En el siglo XVIII, Thomas Malthus, un economista británico, formuló un modelo en el cual la producción crecía linealmente, y la población exponencialmente. Su conclusión era simple: vendrían hambrunas, guerras, calamidades sobre la humanidad.

La versión moderna de Malthus es el Club de Roma. Una agrupación formada por políticos y científicos, a finales de los años sesenta del siglo pasado, y que encargó al MIT un estudio sobre el crecimiento poblacional, la limitación de recursos y los límites que esto impone en el crecimiento. De hecho, el libro que salió en los años setenta fue un reporte y se llamó, Los límites del crecimiento. Muchos millones de ejemplares se vendieron de ese libro. Volvió a ser tema esencial el “drama” del crecimiento poblacional, visto nuevamente como lo hizo Malthus, como un problema que crearía un caos en el planeta Tierra.

Pues hoy, a más de 220 años de la publicación de Malthus, y a menos de 50 de la publicación del libro del Club de Roma, el planeta vive una realidad totalmente diferente a las proyecciones de ambos. Nunca antes en la historia, como luego de la predicción de Malthus, el planeta vio crecer tanto la economía, la riqueza y el nivel de vida de la población. Nunca antes tampoco se sacó a tanta gente de la pobreza. Es decir, la predicción de Malthus fue totalmente desbaratada por la realidad.

Y si los científicos que escribieron el reporte sobre ‘los límites del crecimiento’, encargado por el Club de Roma, hubiesen sabido cuánto iba a avanzar la tecnología, y cómo esta impactaría en las posibilidades de resolver problemas, habrían seguramente cambiado el reporte famoso antes citado.

La realidad es que hoy la humanidad vive un problema totalmente contrario al planteado por Malthus y el Club de Roma. Vivimos un invierno poblacional, que llevará en pocos años a un decrecimiento de la población mundial, con implicaciones económicas, sociales, y políticas de muy difícil solución.

Que exista un número pequeño de jóvenes en relación con los viejos, se ha dado en el pasado en forma aislada, por guerras que pudieron diezmar a los jóvenes. Pero no ha sido jamás la tendencia de la humanidad entera. Hoy, en mayor o menor grado, el planeta entero camina hacia esa inversión. Hay países donde ya esta inversión es sumamente pronunciada.

La primera grave manifestación de este problema en la humanidad de hoy es la crítica situación de los sistemas de pensiones de la Seguridad Social. Esos sistemas se fundamentaron en unos supuestos de crecimiento poblacional que no están ya vigentes. Hoy, una cada vez menor cantidad de aportantes tiene que financiar a una cada vez mayor cantidad de pensionados. Pero no solamente eso, sino que, además, por el aumento de la esperanza de vida, producto del crecimiento económico que Malthus y el Club de Roma no vieron posible, la gente vive más. Por consiguiente, la carga o peso de los jubilados es aún mayor más sobre los cada vez menos aportantes.

La segunda grave consecuencia es que las formas de planificar la inversión sobre el crecimiento de una demanda generaron activos productivos que parecían “razonables” pero que hoy no lo son. Así, por ejemplo, una inversión como “Disney World” tendrá menos lógica en un mundo sin niños. Y esa es una cantidad de recursos nada despreciable. Ejemplos como este hay muchísimos.

Las posiciones de Malthus y el Club de Roma entusiasmaron al punto de fanatismo a muchas personas, políticos, académicos e intelectuales.

Aristóteles tiene una de sus muchas frases sabias: “Si quieres controlar la naturaleza, aprende a obedecerla”. Esto lo entienden muy bien quienes navegan en el océano a vela. Ellos saben que el velero puede avanzar con el viento en contra, haciendo un zigzag. Parecería imposible, pero se logra el resultado. El navegante controla la naturaleza obedeciéndola, sabe que no controla el viento, pero usa esa maravillosa condición del ser humano, su inteligencia, para lograr el objetivo y avanzar.

Nos ha faltado entender que la naturaleza es más inteligente que Malthus, que los científicos del MIT, y que todos los que podamos emitir una opinión. Ella es sabia. Hoy todos coinciden que una civilización necesita como mínimo un crecimiento poblacional del 2,2% por año para no desaparecer en el tiempo. Ese crecimiento está muy lejos de ser alcanzado en la mayoría de países, con lo cual los seres humanos están diciendo que quieren que la civilización desaparezca.

Pero hasta que eso pase, los dolores de parto de la inversión poblacional, las tensiones entre jóvenes y ancianos, ya que los jóvenes tendrán que aportar altísimos porcentajes de sus ingresos para sostener a sus mayores, será un problema mucho más grave de manejar que las predicciones no cumplidas de los malthusianos y los seguidores del Club de Roma. (O)