Es la pregunta que muchos nos hacemos viendo cómo trabaja la Asamblea Nacional. Es decepcionante. ¿Quién los eligió? ¿Fue un enemigo nuestro, algún espíritu malo, alguien que se quiere vengar de algo que se supone le hemos hecho? No, ningún ser maligno. Fuimos nosotros mismos quienes elegimos a esos asambleístas. No tuvimos alternativa. Ellos fueron candidatos, puestos allí por dirigentes de agrupaciones políticas que los escogieron. Si alguien tiene culpa en este fracaso, son ellos, los dirigentes de agrupaciones y partidos políticos que no hicieron una buena selección. Pero ¿de entre quiénes? Puedo explicar que los del prófugo de Bélgica fueron escogidos por su lealtad al jefe, con la clara consigna de conseguir una amnistía que permita que regresen al país esos delincuentes sentenciados. Pero hay tantos otros que tienen carencia de conocimientos esenciales, hasta para expresarse, y que no conocen ni siquiera el elemental “no robar, no mentir, no ser ocioso”.

No cabe insistir en vergüenzas, pero sí tratar de entender la situación actual. El deterioro moral ha llegado al máximo organismo legislador. Antes, los indignos eran pocos. Ahora, son legión. Tal vez en el pasado hubo quienes extorsionaban a sus empleados, pero no se los conocía. Ahora son tantos que no pueden ocultar su ominosa presencia. No solo concusión, sino miserias, como exagerar precios de medicinas o comida. Tillos, dicen en Quito. Súmelos y tendrá sorpresas.

Es un problema de educación. Hace más de medio siglo la moral y la cívica desaparecieron de la enseñanza. Los profesores de hace dos generaciones se formaron sin esas materias que son el Norte de la conducta humana. ¿Cómo puede enseñar moral un profesor que no la estudió? ¿Cómo puede recordar un padre de familia que educar es también enderezar lo torcido, porque el niño no es bueno ni malo por naturaleza, sino que tiene que ser educado en la práctica de la virtud y advertido con severidad cuando se porta mal? Como decía Aristóteles a su hijo Nicómaco, es necesario reprender las desviaciones naturales para que el niño crezca con principios buenos.

Estamos cosechando lo mal sembrado, no el buen trigo, sino cizaña, y es necesario rectificar. La sentencia de un tribunal ecuatoriano condena a los responsables de varios delitos a estudiar la Ética Laica. Sería bueno que, sin ser condena, los actuales legisladores también la estudien.

Compruebo también que, en los últimos años, los padres de familia de las clases más o menos pudientes hacen esfuerzos por mandar a sus hijos a estudiar en las mejores universidades del primer mundo. Los preparan para el futuro, que será cada vez más competitivo y exigente. Pero si esos jóvenes no están bien formados, en sus hogares y en sus colegios, será fácil que se desvíen en las casi infinitas posibilidades que esas sociedades tienen para la diversión y el despilfarro. Tendrán doble culpa: la ofensa a las ilusiones de sus padres y el desperdicio de su noble esfuerzo. Descenderán a una vida mediocre o miserable.

No puedo ser optimista. Salvando las naturales y pocas excepciones, no atisbo un buen futuro.

Presidente Lasso, la tiene muy complicada. (O)