Los líderes del supuesto levantamiento indígena han tomado también un descanso en este feriado. Al parecer hasta ellos “trabajan” solo en días laborables y probablemente respetando el horario de oficina, es decir, de 9 a. m. a 5 p. m. Poco falta para que uno de estos días, estos revolucionarios exijan beneficios sociales y vacaciones pagadas por su “trabajo”, si trabajar puede llamársele a talar árboles centenarios, cerrar carreteras y destruir los bienes públicos y privados. Valga entonces la circunstancia de que estos señores están de fiesta y que nos han dejado tranquilos a la mayoría de los ecuatorianos por estos días para hacer algunas reflexiones sobre lo que nos está sucediendo.

Probablemente somos el único país en el mundo donde se han juntado una banda de dinosaurios con hambre de poder, desesperados por asaltar al Estado a toda costa. Algunos de estos dinosaurios sueñan con el Tahuantinsuyo, y ven a la mayoría de los ecuatorianos como una suerte de intrusos en estas tierras. No lo han ocultado; aspiran a que regresemos a vivir como en la época incásica y si no, que simplemente abandonemos el continente. Pero más absurdo es que se proclamen grandes defensores de la naturaleza, del agua, los bosques, las piedras y los animales y, por el contrario, defiendan ciegamente que los ecuatorianos subsidiemos con nuestro dinero el consumo voraz de combustibles fósiles por parte de los ricos, la clase media alta, los contrabandistas, ciertos empresarios de la industria pesquera y los narcotraficantes; combustibles que provocan un irreparable daño al entorno ecológico, al clima y al aire. Tal como se estila en muchas partes del planeta, los subsidios –y el subsidio a los combustibles no tiene por qué ser una excepción– deben focalizarse para que únicamente ayuden a quienes realmente lo requieren. De lo contrario se convierte en una herramienta confiscatoria, pues se extrae dinero de unos para facilitarles la vida a delincuentes y a gente que tiene suficientes ingresos económicos. Pero nada de esto aceptan estos “trabajadores” de la violencia. Otros dinosaurios sueñan con la impunidad de sus delitos. Sueñan y conspiran, día y noche, con remover a la fiscal general de su cargo. Estuvieron a punto de lograrlo meses atrás. Y no van a cesar en su empeño. No nos engañemos, ella es la piedra más incómoda en el zapato de esta gente. Quieren que el país regrese al pasado, un país en el que podían robar, secuestrar, lavar dinero, perseguir, forjar pruebas, enriquecerse, asesinar y hasta provocarle abortos a mujeres en las cárceles, y todo ello sin que nadie se atreva a sancionarlos. Tiempos dorados en los que esta mafia daba clases de ética y lecciones de economía mientras quebraba fiscalmente al Estado y encubría a rateros y matones.

Otros dinosaurios lloran y conspiran porque por primera vez en décadas no gobiernan bajo la sombra y en su resentimiento obsesivo no han tenido empacho en casarse con delincuentes.

Ninguno de los miembros de esta banda de dinosaurios piensa en el Ecuador. Les importa un bledo que el país siga dando vueltas, vueltas y vueltas en círculos alrededor de ellos y solo de ellos, sin avanzar, sin progresar, sin innovar, sin poder construir una sociedad libre que sea gobernada por instituciones eficientes. (O)