Por César Ulloa

El ciclo electoral está en marcha en América Latina y más allá de corroborar la hipótesis del péndulo ideológico –entre girar a la derecha o retornar a la izquierda– en la mayoría de los países reina la incertidumbre social. Esto es el resultado de la crisis económica, la incapacidad de repuesta de los gobiernos para enfrentar los efectos de la pandemia y la fragmentación política expresada en el agotamiento progresivo de los partidos tradicionales en Chile y Colombia y la expectativa de cambiar de signo ideológico en Paraguay y Colombia. Además, no se pueden perder de vista los estallidos de descontento social en estos dos últimos países, así como posibles levantamientos en Ecuador y Perú si no se resuelven las crisis. La situación en Venezuela se ha deteriorado a tal punto que ni siquiera puede ser abordada como un régimen democrático en crisis, y Nicaragua va a camino de lo mismo.

La calidad de la democracia en la región andina atraviesa uno de sus peores momentos. Ecuador y Perú llegaron a la segunda vuelta con un profunda fragmentación y crisis de representación políticas. En el primer caso, corrieron por la presidencia 16 binomios y en el segundo, 18. Atrás quedó la época hegemónica de los partidos tradicionales desde la tercera ola de democratización a inicios de los 80.

En Ecuador, las tres últimas elecciones se desarrollaron en el binarismo del correísmo versus anticorreísmo, y en Perú tampoco se supera el legado del fujimorismo. En Colombia es evidente el declive de la oligarquía que ha gobernado, indistintamente, desde el liberalismo y el conservadurismo en sus distintas facciones. Y tampoco se sale del pro y antiuribismo. En los tres casos, la personalización de la política es un elemento explicativo de la polarización.

Las elecciones presidenciales en Ecuador decantaron a favor del opositor a la Revolución Ciudadana. Pero en la Asamblea, el movimiento liderado por Rafael Correa desde Bélgica representa la primera fuerza política, con 49 de 137 curules. En ese sentido, el gobierno de Guillermo Lasso, de corte liberal y conservador, está exigido a negociar permanentemente con los partidos representados en el Legislativo que cuentan con agendas muy distintas, como Pachakutik, Izquierda Democrática, Partido Social Cristiano y el mismo correísmo de UNES.

Si bien el partido oficialista CREO ha tenido presencia en la vida política en los últimos tres periodos, es la primera vez que gobierna y eso supone otro tipo de acciones a corto, mediano y largo plazos. La definición de la política económica es el principal examen para la estabilidad política, puesto que a diferencia del correísmo, que gozó de la mayor bonanza petrolera (2007-2014), la situación actual, al igual que para la mayoría de los países de la región, es desastrosa.

El desempleo afecta a siete de cada diez jóvenes entre 16 y 35 años y cuatro de cada diez personas viven con dos dólares al día. A esto se suma un creciente déficit fiscal y un conjunto de fenómenos sociales, como la desnutrición crónica infantil, un alto índice de embarazos de niñas y adolescentes, y la inseguridad y violencia en las calles.

El presidente Lasso ha dicho que la mejor medida económica es la vacunación de nueve millones de personas en 100 días para lograr una inmunización de rebaño. ¿Pero cómo se reactivará la economía, se pondrá en marcha el motor de la confianza social y se aplacarán los intentos de desestabilización de sus adversarios políticos?

De momento, el presidente cuenta con una mayoría en la Asamblea Nacional para la elección de las principales autoridades. Pero esta mayoría se debe al apoyo de los partidos que quedaron en tercer y cuarto lugar –Izquierda Democrática y Pachakutik, que tienen agendas muy distintas–, dejando por fuera al correísmo. La pregunta es: ¿Hasta dónde se sostendrá esta alianza? Este complejo escenario que vive Ecuador podría repetirse en Perú y también en Chile, pues la emergencia de nuevos actores para la Asamblea Constituyente tampoco garantiza una mayoría.

El 24 de mayo, día que se conmemora la independencia de Ecuador, asumió el nuevo Gobierno. Unos días antes, la Asamblea Nacional eligió a sus autoridades, dejando por fuera al correísmo de cualquier cargo pese a ser la mayor fuerza política, y el presidente rompió con su aliado natural, el partido de derecha Social Cristiano. Lo primero se podría explicar por el binarismo político, pero lo segundo deja dudas porque se estuvo negociando un acuerdo entre partidos antagónicos en una agenda que resulta porosa y por fuera de la comprensión ciudadana.

Por otro lado, la Asamblea Nacional de Ecuador es dirigida por primera vez en su historia por una mujer representante de los pueblos y nacionalidades indígenas y su partido, Pachakutik, representa la segunda fuerza política. Esto es un doble avance en materia de derechos políticos para las mujeres y los indígenas. En su discurso de asunción Lasso resaltó este hecho y otros cuatro aspectos.

El primero fue la restauración de la vida republicana desde una perspectiva de democracia liberal, en donde su meta es la eliminación del caudillismo y el autoritarismo. El segundo fue la inserción en un mundo globalizado desde una política de tratados y acuerdos comerciales. El tercero, la promoción de los derechos humanos y la progresividad de los derechos socioeconómicos para la mujer. Y por último, el reencuentro del país.

Esta visión ambiciosa ya ha sido puesta a prueba con los primeros anuncios de protestas y movilizaciones en su contra por parte de varios sectores sociales que no le han ni siquiera permitido estrenar su gobierno en paz. La fragmentación es una realidad y la gobernabilidad es el mayor reto. (O)


*César Ulloa es cientista político y comunicador. Profesor de la Universidad de las Américas (UDLA-Ecuador). Doctor en Ciencias Sociales por FLACSO-Ecuador. Últimos libros publicados (2020): “En el ojo del huracán. Ley de Comunicación en Ecuador” y “Chávez, Correa y Morales: discurso y poder”.

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