Cuando el 7 de febrero del 2021, luego de la jornada de primera vuelta de las elecciones presidenciales, aparecían con opciones Andrés Arauz, Yaku Pérez y Guillermo Lasso, señalé que los dos primeros eran opciones políticas con experiencia en lo público, y que Lasso, además, en la empresa privada, había evidenciado eficiencia. En segunda vuelta –11 de abril del 2021– Lasso triunfó no solo por el voto “anti–Correa”, sino también por la percepción de eficiencia, a más de las expectativas de sus compromisos de campaña, en la alianza con el PSC.

A inicios de mayo del 2021, me referí a entornos del poder y a precauciones a tomar. Recordé que, a veces, uno está obligado a pensar en lo que Dante Alighieri escribió a inicios del siglo XIV, en la Divina Comedia, de que, antes de los círculos del infierno estaba el “Vestíbulo” o “Ante-infierno”, espacio en el cual deberán penar –para la eternidad– los inútiles, los indecisos, los que en vida eludieron responsabilidades, los que siempre persiguieron situar culpa en otros. “Ahí estarán desnudos, perseguidos por insectos que los piquen y destrocen” (…). Los simbolizaba en Poncio Pilato, que se lavó las manos para viabilizar la crucifixión de Jesús.

Esos personajes del “Ante-infierno” como que persisten y contaminan al poder del Estado; y, Lasso –con su liderazgo– debe vencerlos, con equipos humanos y técnicos capaces para lograrlo y con decisiones acertadas y oportunas, sobre todo con transparencia, que necesariamente implica nada ocultar.

Todo debe publicarse “sin maquillaje alguno”. Nunca adecuar cifras, para “evidenciar un buen manejo fiscal”. Adecuar cifras, aun más si se proyectan, sobre estas, inversiones y gasto público, equivale a elegantear un recinto con “mobiliario con carcoma”, que en poco tiempo todo contaminará.

Si las cifras –que entrega el Gobierno o la de los reclamantes de pagos o transferencias– son cuestionables, también debe informárselo y formalizar las impugnaciones, no reducirse a ignorarlas. Y, de no haber liquidez en la Caja Fiscal, habrá que puntualizarlo, para que se busquen soluciones al respecto, con prioridades de posibles pagos, pero no omitir información. Mientras no haya liquidez no hay pago, pero la obligación de pagar –con el correspondiente derecho de la contraparte a cobrar– no debe ignorarse.

No pago de equipos que requieren mantenimiento y actualizaciones –cuales los casos de las máquinas de anestesia que tuvieron que dejar de operar en hospitales públicos– se multiplican en sistemas, algunos que exigen precisiones, lo que podría causar severos daños en los servicios y en los propios equipos, a más de posibles glosas de responsabilidad personal, sobre bienes propios, a ministros y otros funcionarios, a que estaría obligada la Contraloría General del Estado.

No olvidar que aquel que siembre dificultades, posiblemente lo haga para vender facilidades.

Bien por los avances en las mesas de trabajo con la Conaie y otras organizaciones. Que prevalezca el ánimo de soluciones. Bien por trasladar a las propias universidades y politécnicas las pruebas de ingreso. (O)