Cuando tuve conciencia de la política, allá por mediados de los ochenta, recuerdo que todo comenzaba y terminaba en el pueblo.

Era la motivación de los candidatos en campaña, destinatario de la gestión de los gobiernos, motivación de la investigación y escrutinio de la prensa e inspiración de los opositores del gobierno.

Todo por el pueblo y para el pueblo. Bueno, al menos eso era lo que quedaba en los titulares de la prensa, en los informes, en las exposiciones de motivos y considerandos de las leyes. Porque la verdad ha sido otra en casi todos los casos.

... debe utilizarse “con pinzas”, con la certeza de que de ninguna manera es la opinión del pueblo.

La dura realidad es que los políticos, con honrosas excepciones, se han servido del pretexto del pueblo para atender sus necesidades y egos, para enriquecer sus bolsillos y para servir sus intereses; han utilizado el poder para casi todo, menos para servir al pueblo.

Si a usted le queda duda de lo que digo, amigo lector, si usted piensa que exagero o que soy muy duro en mi comentario, le invito a recorrer el país. La gran mayoría de las grandes ciudades se encuentran rodeadas de cinturones de extrema pobreza, y los pueblos y recintos rurales de la patria, intactos por décadas, sin agua potable por tubería y con escaso servicio eléctrico; ni hablar de alcantarillado sanitario o internet. Cuando se recorre el país por tierra, aún se pueden encontrar paredes pintadas con propagandas políticas como Borja o León presidente. Y no están allí para recordar a los expresidentes. Están allí porque nadie se ha preocupado en despintarlas. Están allí como muestra viva del olvido que viven las grandes mayorías del Ecuador.

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Pues ahora, con la llegada del mundo digital, y con este, la información más cerca de todos, las redes sociales han escalado a una posición cada vez más protagónica en la convivencia nacional.

Digamos que ahora hay un “pueblo” digital que se manifiesta a través de las redes sociales. Que al igual que en la era predigital, es la plataforma en la que se encaraman los políticos para justificar sus actuaciones.

“Pueblo” igual de irreal que el anterior, pues se acomoda a las necesidades y conveniencias del político; “pueblo” que solo existe en el imaginario de su discurso y de su estrategia de comunicación política.

“Pueblo” que ahora ya no es un actor pagado que aparece esporádicamente en un comercial de televisión abrazando al político en campaña o repitiendo un párrafo memorizado, sino cientos o miles de trolls operados desde el extranjero, descargando loas en manada a favor de quien paga al operador o insultos contra el opositor de turno.

Escribo esta columna con motivo de varios cuestionamientos a las redes sociales que han circulado en estos días.

En mi opinión, las redes sociales son una herramienta más de comunicación, cuya información demanda un análisis técnico y especializado, y debe utilizarse “con pinzas”, con la certeza de que de ninguna manera es la opinión del pueblo.

Gracias a Dios, mientras vivamos en democracia, la auténtica voz del pueblo seguirá siendo la que se manifiesta en las urnas. (O)