Es evidente la asimetría que existe en el ámbito de la relación comercial entre los países industrializados y aquellos que están en vías de desarrollo. Los primeros, dedicados a producir y vender bienes con valor agregado y los otros, en cambio, supeditados a un modelo primario exportador, dependientes de los vaivenes en el precio de los commodities y de una inestable demanda internacional. De ahí que Eduardo Galeano encontrara en la división internacional del trabajo una explicación para que unas economías se hayan especializado en ganar y otras en perder.

Por eso la necesidad de transformar la matriz productiva de un país, diversificando su canasta de bienes y servicios exportables, con lo que se potencia la creación de empleo y crecimiento de la economía. No obstante, para ello se requiere de una sostenida inversión pública y privada que apuntalen la investigación científica, la incorporación de nuevas tecnologías y capacitación del talento humano. Se trata, en suma, de un proceso complejo que supera la temporalidad establecida para los gobiernos, por lo cual debería asumirse, si se lo hace con responsabilidad, como una política de Estado.

Lamentablemente, en el caso de Ecuador, falta mucho camino por andar para hablar de una efectiva transición hacia la industrialización. Eso sí, la clase política, para adornar sus discursos carentes muchas veces de sustancia, recita de memoria, como una cansina muletilla, eso de volcar los esfuerzos hacia la manufactura e incluso ‘mente-factura’, a propósito de la vigencia de la sociedad del conocimiento.

Y es que basta mirar el informe del Banco Central en cuanto al sector externo para advertir un significativo déficit en la balanza comercial no petrolera, cuantificado para el año 2021, en 1.080 millones de dólares.

Igualmente, en cuanto a la balanza comercial total, por países, Ecuador tiene un marcado desequilibrio en la relación de exportaciones versus importaciones, con Colombia, Brasil, México, Perú, Corea del Sur, China, entre otros. También, si se mide por área económica, durante el mismo periodo, hay déficit en balanza comercial no petrolera con la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi); Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac); Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); Asociación de Estados del Caribe (AEC); Comunidad Andina (CAN), etcétera.

Por lo mismo, se requiere, en principio, emprender en el fortalecimiento de la integración latinoamericana para otorgarle mayor peso económico y político a la región en las instancias de negociación con el resto del mundo. Hay que moverse en una sociedad de naciones que se estructura en bloques y con ello evitar caminar solos en una aldea global darwiniana. Desde luego, es fundamental que Ecuador avance en la concreción de acuerdos comerciales, si bien superando las barreras ideológicas de antaño, pero también trazando con firmeza, cuando se lo requiera, aquellas líneas rojas en las negociaciones en salvaguarda del interés nacional, dadas las obvias desigualdades en la capacidad productiva de las economías.

Debemos proceder asumiendo que no hay países amigos ni enemigos, sino intereses de por medio. (O)