Triste noticia tener que admitir que esto ya no es ciencia-ficción. Actualmente, existen dos escenarios en el planeta que se perfilan como campos de batalla para estas futuras guerras. El primero se da entre Etiopía y Egipto; dos países que ni siquiera comparten fronteras. Desde hace unos años, el país del Cuerno de África ha comenzado la construcción de varias represas que controlarán el caudal de agua en varios afluentes del Nilo; afectando principalmente a la población egipcia. Son 100 millones de personas las que verían su abastecimiento de agua en manos de otro país. Esto es un golpe más a la frágil estabilidad del país de los Ptolomeos.

Otro frente de mayor envergadura está por ocurrir entre China e India. Siempre se ha dicho que India es el único país que pudiera confrontar el crecimiento chino. Sin embargo, se está finalizando una serie de proyectos hidroeléctricos en los Himalayas, que también regularán el flujo en casi todos los afluentes de los ríos Indo y Ganges. Mil trescientos millones de habitantes pueden ver comprometido su abastecimiento del líquido vital. La sed puede definir guerras, sin que llegue a dispararse una sola bala.

En cuanto a escenarios locales, Quito asegura que tiene garantizado el abastecimiento de agua para los próximos cien años, gracias a las reservas provenientes del Antisana. Dicha afirmación debería considerar dos factores indefinibles: uno es el índice de crecimiento poblacional, que puede ser mucho mayor al proyectado, por principios de gravedad económica. El otro factor es el cambio climático, que está afectando ya el volumen de hielo en los volcanes andinos.

Guayaquil enfrenta una situación aún más crítica. Tenemos el peor índice de potabilidad de agua. Beber agua del grifo en Guayaquil es -literalmente- atentar contra nuestra salud. Eso no se debe tanto a su planta de agua potable, sino a la vetustez de las redes distribuidoras. Debe comenzarse ya un plan de renovación integral de estas. A ello debemos agregar otra variable: la cuenca del Guayas ha visto aumentar su salinidad, y el principal causante de ello es la represa Daule-Peripa, que disminuye el caudal de agua dulce proveniente del Daule. Guayaquil es totalmente dependiente de los afluentes del Guayas provenientes de los Andes. Tres represas bien ubicadas en los afluentes altos de la cuenca del Guayas podrían convertir su sistema hídrico en un enorme ramal de agua salobre.

Afortunadamente, de las crisis viene el ingenio. Los países de la Península Arábica han logrado avances interesantes en el campo de la desalinización del agua de los mares. Lo mismo ocurre en Israel. Procesar el agua del mar para su consumo es menos costoso que antes; y todo indica que estos procesos serán más eficientes, mejorando su calidad, costos y volumen.

En contraparte, debemos comprometernos a realmente resolver estos problemas y no conformarnos con aparentar que los problemas están resueltos. Dubái no posee una red decente de aguas servidas. Miles de camiones aún recogen los desechos humanos de los pozos sépticos y los llevan a la única planta de tratamiento.

Empieza la era en la que pagaremos el precio por ser ocho mil millones de habitantes sobre este planeta. (O)