La pandemia de COVID-19 nos ha llevado a un punto crítico en cuanto a las condiciones económicas, de atención de la salud y a un proceso de vacunación plagado de actos inmorales y de un cúmulo de improvisaciones de carácter técnico y administrativo por parte del Estado.

Por otro lado, observamos la degradación permanente de principios y valores éticos y morales en todos los niveles de la sociedad y un crecimiento de la corrupción, así tenemos cárceles que se han constituido en centros de poder delincuencial que azota a la ciudadanía, donde la corrupción opera ante ciegos, sordos y mudos; adquisiciones para dar salud a los ciudadanos llenas de sobreprecios y que dieron nacimiento a nuevos ricos en Ecuador; ocupación de cargos en instituciones públicas sin tener el conocimiento y la experiencia necesarios para alcanzar la eficiencia de las mismas; cuadros de líderes políticos constituidos por personajes cuyo requisito es tener un gran número de seguidores en redes sociales, pero sin experiencia en política y manejo de la administración pública; soborno y conspiración para cometer lavado de dinero y asaltar las arcas de la seguridad social de la Policía Nacional en detrimento de sus pensionistas; la falta de ética y de liderazgo de quienes aceptaron ser vacunados contra el COVID-19 sin que les corresponda y en perjuicio de quienes trabajan en primera línea para salvarnos de morir con este virus; conseguir carné de discapacitado ‘por la izquierda’ para lograr beneficios en detrimento de quienes sí lo merecen, perjudicando al Estado en el pago de impuestos.

Preguntémonos cómo hemos permitido que esto suceda, y la respuesta será que el mal ejemplo que observamos ha hecho que se piense que proceder así es normal, contribuyendo al crecimiento de esta pandemia de la inmoralidad que destroza al elemento más valioso que puede tener un país: su gente. Si no actuamos en forma urgente tendremos un país contagiado totalmente de este virus que causará mucho llanto y dolor.

En este escenario en pocos días nos enfrentaremos a un proceso electoral vital para la supervivencia del Ecuador, que demanda que los ciudadanos comunes hagamos una profunda reflexión de lo acontecido en los últimos años por parte de los gobernantes de turno, cuyo antilegado es una pandemia de inmoralidad y corrupción jamás vista en la historia de nuestro país y que nos ha azotado fuertemente; que recordemos todas las frustraciones que tenemos, el nivel de miseria en que nos encontramos y la falta de credibilidad de quienes han conducido el país y que con engaños han hecho que algo falso pueda ser tomado como verdadero; que usemos el sentido común y reflexionemos sobre las consecuencias que se generarían en nuestro futuro si nos equivocamos al votar, llevados tan solo por las emociones antes que con conciencia que nos haga entender en forma clara que de nuestro proceder dependerá el bienestar de nuestros hijos y de las futuras generaciones.

El costo será muy alto si nos equivocamos el 11 de abril. Es fundamental que tu voto plasme tu decisión de cuál es el camino a seguir y no te dejes confundir con la opción de anular el voto, porque eso significa que no quieres ser protagonista de este cambio de rumbo y del nacimiento de un Ecuador libre de la pandemia de la inmoralidad. (O)