Lograr el acceso abierto a la universidad en América Latina fue una de las grandes luchas sociales por muchas décadas. Se consideraba que era implícito que se esperaba que fuera de calidad, entonces esa palabra realmente no se mencionaba. Entrar a una carrera, y me atrevería a decir que a cualquier, constituía la máxima social que llegó para quedarse y opacar otras aspiraciones.

En medio del vendaval emocional y económico que supuso la pandemia en 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) organizó el Foro Global de Estudiantes. Participaron jóvenes de 43 países que se prepararon y llenaron un cuestionario sobre sus expectativas y preocupaciones relacionadas con la educación superior.

Según el informe de resultados, de los estudiantes que acudieron a la convocatoria, la mayoría desea una sociedad mucho más igualitaria, libre de enfermedades y pacífica. Para lo cual están conscientes de que deben desarrollar la capacidad de resolver problemas y ofrecer soluciones, es decir, no le endilgan la responsabilidad a los demás.

Por supuesto, los jóvenes buscan que la educación debe ser accesible y asequible, pero también innovadora y de alta calidad.

Dado que los participantes fueron seleccionados por su capacidad de liderazgo y comunicación, se podría considerar que los resultados no representan a todos los jóvenes. Pero la muestra es lo suficientemente representativa de la diversidad del nivel educativo de los padres (desde educación primaria hasta secundaria) para considerar válido el informe.

Los jóvenes se muestran optimistas, aun cuando tienen miedo de no poder alcanzar sus objetivos personales. También son menos ingenuos de lo que nos gustar creer: “observan y analizan críticamente los temas políticos, ambientales y sociales tanto en sus comunidades como en el resto del mundo”.

Sus visiones de la educación superior no son estáticas, ni se alinean con las de los adultos. Definen a la educación superior como: 1) un paso en las experiencias educativas de una persona, 2) una forma de enriquecer el conocimiento personal, 3) un medio para ganar destrezas y habilidades, 4) una oportunidad de adquirir conocimientos complejos en uno o más campos, y 5) una ocasión para el crecimiento y desarrollo personal.

Por supuesto, los jóvenes buscan que la educación debe ser accesible y asequible, pero también innovadora y de alta calidad. Por dar un solo ejemplo, las carreras necesitan mecanismos ágiles de adaptación curricular y financiamiento para, por un lado, preparar estudiantes competitivos que puedan obtener empleo, y, por otro lado, obtener recursos adecuados.

En Latinoamérica se cree que con los cursos propedéuticos se han resuelto problemas mayores y lo demás vendrá de cajón. Pero, como destaca el informe de Unesco, los universitarios necesitan más flexibilidad y adaptabilidad, y mucho más apoyo tutorial. La universidad tiene la obligación de dejar de quejarse del legado de la educación primaria y secundaria en sus estudiantes, y proveer fuera del aula soporte en redacción, y conceptualización y preparación de proyectos. Como dice mi colega Carlos Barboza, “hay que jugar a ganar”, y eso involucra dar verdadera tutoría a todas las personas que tienen todavía que sacar lo mejor de sí. (O)