En la Unidad Judicial Norte de Guayaquil, más conocida como La Florida, se encuentra una extraña obra de ingeniería: torres de escaleras que no llevan a ningún lugar. Cuando estos juzgados se construyeron las escaleras de evacuación nunca fueron conectadas a los edificios, quedando como extraños apéndices sin función alguna más que servir de albergue para gatos callejeros. Escaleras de emergencia que no son más que un adorno, conectadas a nada y que no conducen a nada. Y, sin embargo, pese a no tener funcionalidad alguna, estas escaleras sin salida son en realidad una perfecta metáfora de nuestro sistema de justicia, convirtiéndose así en un pequeño monumento que articula de forma poética lo que significa litigar en esa misma Unidad Judicial.

Contraloría advierte de ‘indicios de responsabilidad penal’ en declaraciones de bienes de diez jueces que fueron enviadas a Fiscalía

Corte Nacional a la espera de un concurso que llene las vacantes de seis jueces y catorce conjueces titulares; las últimas incorporaciones se dieron en 2021

Litigar en frente de un juez corrupto no es más que una pantomima, una absurda obra de teatro. El juez prevaricador finge oír los argumentos, finge analizar las pruebas y finge impartir justicia. Pero al igual que esas escaleras sin salida, estos jueces no son más que una apariencia, una mera parodia. La sentencia que dictan no está fundada en razones, sino que sale a favor del mejor postor. Para el colmo, cuando estos jueces son denunciados la perversión de la justicia solo continúa, pues valiéndose de padrinos y apoyándose en otros funcionarios corruptos ellos se aferran a sus cargos. Incluso destituidos, en más de una ocasión estos jueces criminales recuperan sus puestos valiéndose de absurdas acciones constitucionales, alegando cínicamente que en realidad son sus derechos los que fueron vulnerados. Así obran los jueces prevaricadores, confiando en que como Ecuador es el país de la impunidad y el que-me-importa ellos podrán seguir vendiendo sus sentencias sin que pase nada. Y es así como la justicia, uno de los ideales más sublimes del ser humano, se ve reducida a una triste payasada.

Ellos creen que con padrinos y sobornos evitarán que sobre ellos recaiga la justicia de la que tanto se burlaron.

Sansón Uwaifo, exmagistrado de la Corte Suprema de Nigeria, famosamente dijo que “un juez corrupto es más peligroso para la sociedad que un lunático con un cuchillo corriendo en una calle atestada”. Esto no es una exageración. La corrupción de nuestro sistema de justicia no es un problema que nos afecta solo a nosotros los abogados, sino que está a la raíz de muchos de los graves problemas que afectan a nuestra nación. Son jueces corruptos los que liberan a delincuentes y asesinos, los que permiten que los grandes saqueos al erario público permanezcan impunes, y los que con su venia dejan que empresarios y políticos corruptos atropellen con impunidad a los ciudadanos honestos de nuestra república. Todo esto sin mencionar el efecto nefasto que tiene la corrupción judicial respecto a la inversión extranjera, la cual nuestra economía necesita a gritos.

Pero los jueces corruptos se equivocan. Ellos creen que con padrinos y sobornos evitarán que sobre ellos recaiga la justicia de la que tanto se burlaron. Pero cada vez son más los ciudadanos de bien que están dispuestos a enfrentarse a las mafias judiciales. Ecuador urgentemente necesita una purga que deje sin cabeza a los jueces prevaricadores. Es hora de unirnos para hacerla. (O)