Dialogar es una palabra sencilla de pronunciar, pero la más difícil de concretar, especialmente en la democracia ecuatoriana. Si fuera fácil, todo se arreglaría al calor de un café o de una copa de lo que más les guste. Encontrar ese espacio en donde las partes se ponen de acuerdo en algo (aunque sea mínimo), en muchas ocasiones, cuesta muchísimo esfuerzo y tiempo, especialmente en momentos en que parecería que estamos en una guerra de todos contra todos.

En ese escenario de enfrentamiento y, consecuentemente de polarización –que la arrastramos hace bastante tiempo–, no se puede renunciar al ejercicio de hablar y acordar. Es indispensable, porque todo conflicto siempre se soluciona en una mesa y conversando.

Y esto parece que le cuesta entender al presidente de la Conaie, quien cree que va ganando (supongo que piensa que capital político) y no se da cuenta de que va dejando una estela muy pesada y negativa tras suyo. Por ejemplo, las mismas bases de su organización y de sus filiales no están del todo contentas, por eso no todas participaron de la movilización. Tampoco hay que olvidar que Pachakutik, que nació como el brazo político de la Conaie en la década de los años noventa, ha comenzado a presentar ciertas líneas de desapego hacia Iza.

Ese bloque legislativo –así como la ID– llegó a un acuerdo, se generó un puente, con el Gobierno para tramitar el proyecto económico urgente, y el presidente Lasso declaró que la idea de la muerte cruzada comenzaba a quedar atrás. Sin duda Pachakutik tiene claro que ir a una nueva elección no le garantizaría obtener el espacio de poder que actualmente tiene y que si lo sabe manejar puede ser provechoso para la agrupación. Y eso implica dialogar y acordar, además de convertirse en protagonistas del momento político actual con todo lo bonito y feo que aquello significa. Pero hay otros elementos. No era ningún secreto que Iza es percibido como desestabilizador no solo por el Gobierno sino por una parte de la sociedad, especialmente aquella que se sintió afectada por la paralización de octubre del 2019. Lo que para los indígenas es una fecha de festejo y recordación, para un buen grupo de quiteños no. Y una relación que se estableció desde ese momento fue la de él, como dirigente, con la Revolución Ciudadana o lo que hoy se llama UNES.

Esa señal, ese vínculo, no es sano ni coherente para quienes reclaman por la persecución de la que fueron víctimas de Rafael Correa y su grupo. Y tampoco les ayuda la vinculación que se estableció entre UNES y el PSC, que fue dicha por el presidente Lasso. Iza aparece como socio de lo que más ha criticado su propia organización y sus otros compañeros dirigentes. Ahora bien, ¿qué pasa si Leonidas Iza y su gente, como lo anunciaron luego del segundo día del paro, regresan del feriado para continuar con la movilización a largo plazo y no logran generar mayor apoyo? ¿Acaso buscarán la forma de calentar las calles aprovechando que alguien salga lastimado o se produzca algún detenido? ¿Ese es el juego? ¿Y qué ganan con todo ese daño si al final tendrán que sentarse a una mesa y negociar, ya sea con el Gobierno o con quienes resulten ganadores de la misma crisis que están ayudando a generar? (O)