“Comienza la paliza”, cantábamos en 1959 los niños del primer grado A si anotábamos el primer gol. “Era, era, era, chiripa nomás era”, respondían los del primero B. Lo recordé a propósito de las palabras de Leonidas Iza, el dirigente de la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), al inicio de las actuales protestas contra el Gobierno: “No estamos de enemigos internos para que nos declare la guerra. Escuche, presidente”. Un exordio sentido y conmovedor en otras circunstancias, y verosímil en otra boca que no sea la del ideólogo del “estallido”: hasta el momento, la única vía de un sujeto que busca la instauración del comunismo mariateguista en el Ecuador.

El prólogo de estas nuevas “movilizaciones” merece un breve chapurreo de análisis de discurso por el suscrito, aprendiz de ese saber.

¿Se puede aceptar que el “estallido” es un discurso sin palabras? ¡Por supuesto! Lacan ya decía que, en principio, el discurso es una estructura sin palabras, y Van Dijk no lo objetaría. En circunstancias extremas, la sola acción muscular es el único discurso posible. Pero si alguien demanda palabras, se consigue la colaboración de dos militantes inteligentes y convencidos para que las pongan, y un grupo de artistas de la fotografía y la edición para producir un best seller bellamente impreso. Sin embargo, una cosa es el libro de Leonidas Iza y colaboradores, y otra cosa son los enunciados del líder indígena cuando habla: un discurso que se reduce a órdenes, exigencias, condiciones, plazos y amenazas. Si Leonidas pudiera hablar como supuestamente escribe, dialogaría con Guillermo Lasso para construir acuerdos necesarios y posibles para beneficio de todo el país.

Si el “estallido” es un discurso, le son propios esos términos: “enemigos internos” y “declaración de guerra”, ajenos al discurso gubernamental. Cada sujeto debe hacerse responsable de lo que dice, antes de atribuirle propósitos o intenciones a su semejante. Nadie le quita a ningún ciudadano ni movimiento el derecho de protesta y rebeldía frente a cualquier abuso del poder. Pero la “guerra” de la que Iza le acusa al Gobierno, es la que sus huestes le declaran al resto de un país que quiere trabajar y circular libremente sin el riesgo de ser aplastados por un árbol criminalmente talado. En la mistificación de Iza, su “estallido” se convierte en gesta heroica desestimando las pérdidas millonarias, los destrozos causados, la leche derramada, los ojos reventados y los cadáveres utilitarios.

El presidente viajó a Glasgow sin Iza y con la paliza pausada por el feriado, no sin antes proponer la reanudación del diálogo con Leonidas (suponiendo que ya hubo alguno) para el 10 de noviembre. En previsión de que un diálogo sea posible, recordemos que en la Grecia clásica ello requería la suspensión inicial de las posiciones dogmáticas y las certezas absolutas, para la producción de las verdades y los acuerdos por la vía de la interrogación y la argumentación. Además, para tener A, se debe renunciar a B: no se puede tenerlo todo. ¿Qué están dispuestos a perder para ganar algo a cambio? Los ecuatorianos queremos saber lo que allí diga cada quien, porque nos concierne. Escuchen, Iza y presidente. (O)