Iván Prieto tiene 27 años. Nacido en Cuba, llegó a la selección nacional de béisbol que representó a su país en el Clásico Mundial de Béisbol que ayer terminó en el LoandDepot Park de Miami.

En Cuba, el béisbol es el juego nacional indiscutible. Los niños comienzan su vida pelotera con una tapilla de refresco y un palo de escoba. La economía de la isla y el régimen comunista impuesto hace mas de 60 años no les permite acceder a los implementos básicos para jugarlo; pero, como la vida, el béisbol se abre camino entre sus fieles devotos, y el ingenio popular se busca siempre la manera de dar rienda suelta a la pasión por el juego de pelota.

Los jugadores, durante la Serie Nacional de Cuba, que es la base para escoger la selección, viajan por el país por meses, y tanto el torneo como los desplazamientos de los equipos y jugadores, corren por cuenta de la “Revolución”.

Además de asegurar sus comidas diarias, y un salario mensual, los jugadores guardan las latas de Coca Cola que reciben en los alojamientos para luego venderlas por docenas en el comercio informal y así procurarse un ingreso adicional.

Recién para el Clásico Mundial del 2023, el Gobierno cubano permitió que jueguen los peloteros “traidores” de la “Revolución”, que cometieron el pecado de huir a los Estados Unidos para firmar con algún equipo de la Major League Baseball (MLB) –las grandes ligas del béisbol profesional de ese país– y con ello, dignamente con su esfuerzo y talento, procurar mejores días para sus familias, y en muchos casos, remesar dólares para sus familiares que viven en Cuba. Unos pocos acudieron al llamado.

(...) no volvió a la isla, se quedó en Miami, seguramente, con la certeza de ser firmado por algún equipo de la MLB...

Esta decisión se debe, según entendidos en la materia, a una estrategia del Gobierno de utilizar a la selección nacional como un factor distractor y de unidad, ante la angustiosa situación económica por la que atraviesa el país.

Del otro lado del mar, la dirigencia del exilio ha puesto mucha presión contra los jugadores de grandes ligas que aceptaron jugar por su selección, por “hacerle el juego a la dictadura”.

Otra vez la política metiendo sus pezuñas en el deporte.

En este ambiente polarizado y de acusaciones, la selección cubana avanzó a semifinales, a las que no llegaba desde el 2006, para alegría de su pueblo.

Finalmente, perdió el paso a la final contra el equipo de los Estados Unidos, dejando el nombre del béisbol cubano muy en alto, con la advertencia de que, al final, se trataba de un equipo que, ni de cerca, representa el verdadero potencial cubano, pues, si acudiesen a la selección los grandes peloteros nacidos en la tierra de José Martí, la historia sería otra.

Comencé esta columna citando a Iván Prieto, pues el joven pelotero se sumó esta semana a la legión de cubanos beisbolistas que huyen para buscar libertad y progreso en los Estados Unidos. Es el único seleccionado que no volvió a la isla, se quedó en Miami, seguramente, con la certeza de ser firmado por algún equipo de la MLB... y de poder tomarse una Coca Cola.

Ojalá algún día, Cuba vuelva a ser libre. Desde esta columna hacemos votos por ello. (O)