Yo comprendo que la ciudadanía analice la política y tenga su propia opinión, que no tiene por qué ser profunda ni precisa, pues al no estar involucrada en la minucia de los pasillos y corredores del poder, la forma con la información que medianamente recibe de los medios y actores políticos.

Pero me cuesta entender que quienes se dedican de manera habitual y hacen de la comunicación social y el comentario político una actividad remunerada, se comporten como hinchas de fútbol o guionistas de ciencia ficción al momento de opinar sobre la política local.

Me refiero a esa narrativa que inunda los medios digitales y redes sociales sobre la supuesta existencia de un bando de buenos políticos y otro de malos. De patriotas que se inmolan y de ruines buitres que quieren liquidar al Ecuador.

Desde mi óptica, amigo lector, estamos en presencia de una disputa por el control de las instituciones del Estado entre el Gobierno y la oposición. Unos, que para poder gobernar y servir a los más pobres; que para impedir prácticas desestabilizadoras; otros, que para defender los derechos de los que menos tienen; que para convertirse en el contrapeso de una Presidencia muy poderosa por herencia de Montecristi.

Nada diferente a lo que ha ocurrido con Gobiernos anteriores, los cuales, por diversas razones, o enfrentaron una mayoría opositora en el Parlamento, o les costó conseguir mayoría para pasar los proyectos de ley indispensables para cumplir su plan de gobierno.

Esos son los desafíos de la democracia; y el presidente Lasso, que ha demostrado agudeza política en lo que va de su mandato, estoy seguro de que los reconoce así.

Lo contrario es un Gobierno que controle todos los poderes, con una Asamblea alfombra que apruebe todos los proyectos de ley; precisamente, lo que tanto criticamos a la revolución ciudadana y por la que muchos la adjetivamos como totalitaria. ¿Que es cuesta arriba? ¿Que habrá triunfos y derrotas? Por supuesto que sí.

¿Es que acaso Lasso no ha estado acostumbrado en su vida a luchar y revertir situaciones adversas?

Hago esta reflexión, a propósito de aquellos que comentan, cada vez con más irresponsable emoción, sobre la posibilidad de que el presidente ejecute la denominada “muerte cruzada”, para disolver el Parlamento, gobernar por decreto y convocar a nuevas elecciones generales.

¿Es que de verdad piensan que esa es la solución para el país? ¿En verdad piensan que la correlación de las fuerzas políticas en la Asamblea Nacional va a cambiar en unas nuevas elecciones? ¿En serio? ¿Ya han revisado las encuestas que circulan por allí?

¿Han pensado cómo queda la imagen del país en el mundo si nuestro presidente disuelve el Parlamento, por más eruditas explicaciones que demos con la Constitución en la mano?

¿De verdad estarían dispuestos a cargarse esa imagen positiva que con tanto esfuerzo hemos ganado en el mundo desde el 24 de mayo de 2021?

Estoy seguro de que el presidente tiene los pies bien puestos en la tierra y no escuchará a quienes claman por tamaña barbaridad. Desde esta columna hacemos votos porque así sea. (O)