Latinoamérica ha sufrido una disminución importante de la inversión extranjera directa (IED) en esta última década. Sin embargo, China ha acelerado su inversión en la región al tratar de sobrepasar a EE. UU. como su socio comercial más importante. Esto le ha permitido no solo diversificar su portafolio, sino también dotar del soporte tecnológico que requieren sus nuevas inversiones y fortalecer su rol como una nueva potencia mundial.

El conflicto entre EE. UU. y China se ha hecho evidente en la guerra comercial con represalias mutuas a nivel arancelario; sin embargo, el principal campo de batalla es a nivel cibernético, en particular en el desarrollo de software basado en inteligencia artificial (IA). Esto se evidencia en la intervención de los hackers rusos en las últimas elecciones de EE. UU. o el reciente asalto de hackers chinos al sistema de correos de Microsoft y la consiguiente acusación de EE. UU. de cuatro funcionarios chinos de coordinar ataques cibernéticos para obtener secretos industriales.

China ha pasado de un modelo de desarrollo industrial y promoción de exportaciones basado en mano de obra barata y la adopción de tecnología extranjera a un modelo centrado en la innovación tecnológica, tal como lo hizo Corea del Sur hace alrededor de 60 años para salir de la pobreza extrema en el periodo de posguerra. IA es una de sus áreas prioritarias y ha tenido un impacto importante para aumentar su liderazgo geopolítico, así como en el desarrollo industrial al reducir los errores de producción y aumentar su eficiencia considerando su costo creciente de mano de obra.

En el área de seguridad internacional, la tecnología más avanzada en la nueva carrera armamentista es basada en IA, lo cual abre riesgos muy importantes como es el ataque a poblaciones equivocadas por sistemas autónomos. Adicionalmente, la IA también es usada en China para el control y seguimiento de la población, ya sea a través de reconocimiento facial como sucede en Pekín o del control de grupos disidentes en Hong Kong.

En este contexto, la apertura de capitales externos a Latinoamérica debe de considerar estos riesgos ya que estas nuevas tecnologías pueden ser usadas por gobiernos autocráticos para controlar a la población o ser reelegidos indefinidamente. Adicionalmente, existe el riesgo de que la gran afluencia de capital asiático genere una nueva relación de dependencia como es el caso de la venta anticipada del petróleo de Venezuela y Ecuador a China a cambio de créditos que han sostenido a gobiernos corruptos en la región. Desafortunadamente, estos contratos impiden que estos países se beneficien del reciente incremento significativo de los precios del crudo.

Las reformas legales y los proyectos de promoción de inversión extranjera en Ecuador o iniciativas como la “Ciudad Bitcóin” anunciada por el presidente Bukele, de El Salvador, pueden motivar la entrada de nuevos capitales. No obstante, el desafío de Latinoamérica es cómo orientar la inversión extranjera a los sectores claves para su desarrollo industrial, que promuevan la inclusión de los sectores más necesitados de la población y motiven la innovación tecnológica, como lo hizo Corea del Sur. (O)