Con el caso del femicidio de María Belén Bernal, el Gobierno ha confirmado aquello de que cuando las cosas están mal, aún pueden ponerse peor.

Indignante desde cualquier ángulo, la muerte a golpes de la abogada dentro del principal recinto de formación de los policías, donde servía su esposo-agresor-homicida, hoy prófugo luego de haberse paseado por tales instalaciones e instancias judiciales, hasta días después de que al parecer él mismo se había encargado de enterrar a su esposa estrangulada en un cerro cercano a donde daba justamente la instrucción policial.

Caso Bernal: ¿quiénes integran el mando institucional de la Policía al que el presidente Lasso pidió poner cargos a disposición?

Esta crisis institucional uniformada, embadurnada de horrendas complicidades en torno al homicida, le brota al régimen cuando aún no ha mostrado ideas claras de qué hacer ante la escalada delictiva que vive la sociedad ecuatoriana, atizada por el narcotráfico; cuando no han podido volver a poner a andar eficientemente a ese radar que fue atacado con explosivos en las inmediaciones de Montecristi; o pueda convencer a los militares a convertirse en fuerza paralela a la de los policías en el combate al hampa, tarea esta tan difícil de dictar, que ha optado por dejar la decisión a la posibilidad aún no confirmada de llevarla a referéndum. Y como si todo lo dicho fuera poco, vuelve a la carga con audacia desmedida el sicariato, que se atreve a matar a tiros a un fiscal al pie de la Fiscalía de Guayaquil y diagonal a una de las iglesias más representativa de la ciudad, la de La Merced.

... esto va hacia peor, ante la falta de reacción adecuada del equipo que rodea al mandatario, dejando largos vacíos y silencios...

Así, a la lánguida respuesta oficial contra la delincuencia se suma ahora, y con fuerza, la delincuencia de uniforme, que comete todos los abusos de poder posibles en tiempo récord y ante la pacienzuda mirada de funcionarios del Gobierno, entre ellos aquel que el miércoles, al localizar el cuerpo desenterrado de la víctima del femicidio, once días después de su desaparición, dijo que “la Policía hace su trabajo”, como si fuera un gran mérito el reconocerse como abromiquero. Optimismo aquel que se estrelló contra críticos descarnados que inmediatamente le recordaron al ministro que lo dijo, que “su trabajo” policial debió haber cuidado a la mujer para que continúe su vida de apenas 34 años junto con el hijo pequeño que deja en la orfandad.

Y si antes de esto la imagen del Gobierno acumulaba solo un aproximado de 17 % de la preferencia nacional, según algunas encuestas, podríamos deducir que luego del escándalo por la desaparición y muerte de María Belén, esto va hacia peor, ante la falta de reacción adecuada del equipo que rodea al mandatario, dejando largos vacíos y silencios que no hacen más que desatar, cual juegos de tronos o del hambre, los juegos de la especulación inescrupulosa.

Cuando las cosas están mal, se pueden poner aún peor, confirma todo esto. La comunicación efectiva que redunde en una imagen positiva del Gobierno ha estado ausente en el año y medio transcurrido, y como nuevamente no ha podido con otra crisis, todo lo que entre crisis y crisis se haga o se logre pasará inadvertido para las grandes mayorías mientras no se articulen políticas efectivas de acción social frente a los delitos, de donde surjan, y luego de difusión correcta de sus resultados. (O)