“Si dan amnistía por incendiar la Contraloría, ¿también la darán por incendiar la Asamblea?”, (meme que circula en estos días en Quito).

La perversión empieza por el lenguaje y termina en la realización de actos viciosos. Empieza por jugar con la equivocidad propia de las palabras, con el hecho de que muchas de ellas no tienen un solo significado, y con la evidencia de que las variaciones en la combinación de las palabras y en los diferentes usos de la puntuación van a producir diferentes sentidos. Ello es propio de la estructura del lenguaje en todas las lenguas conocidas, y puede usarse para diferentes fines, como nos lo acaba de demostrar nuestra Asamblea. Así, palabras tales como “secuestro, pillaje, agresión, abuso sexual, vandalismo y terrorismo” pueden experimentar nuevas definiciones y convertirse en actividades heroicas y reivindicaciones justas, enmarcadas en los códigos de una supuesta justicia indígena alternativa, que exonera de toda responsabilidad por sus actos a quienes apelan a ella.

Cuando creíamos que nuestra Asamblea había tocado fondo en menos de nueve meses, nos acaba de sorprender con la concesión de esta amnistía indiscriminada, entre gallos y medianoche (literalmente), a 268 personas, por los actos de octubre de 2019, incluyendo a inocentes y culpables, a mirones y actores, a víctimas y verdugos, a borregos y a sus pastores, a jovencitos atolondrados y criminales avezados, a tirapiedras noveleros y terroristas organizados. Lo ha hecho travistiendo el lenguaje y culminando en un acto perverso que desmiente el valor de la ley y la investigación de la verdad. En esto, ninguna consideración por la justicia y la reparación han tenido lugar. Solo ha primado el interés insaciable por el ascenso al poder o su recuperación, de quienes ansían gozar con él. Con su acto, la Asamblea borra la evidencia de que aquí hay una organización subversiva dotada y eficiente, lista para intentar desestabilizar al gobierno de turno.

Para redondear la injusticia, centenares de policías inocentes y culpables no se beneficiarán de ninguna amnistía y seguirán afrontando procesos por el uso excesivo de la fuerza, que interrumpirán sus carreras y les arruinará la vida, mientras aquellos a los que enfrentaron y los que los organizaron sin alzar una piedra, dentro y fuera del país, se matan de la risa en este momento. En estas circunstancias, resulta irónico que uno de los que dirigieron el ataque a Quito y a sus habitantes, y lo elevó a la categoría de gesta libertaria celebrando su “Estallido” en un hermoso libro, hoy nos hable de “reconciliación” por la vía de esta amnistía. No hay reconciliación posible ante la imposición abyecta de un hecho consumado, que obliga a su “legalización” con posterioridad. Propongo una incineración simbólica de la Asamblea, tal como está conformada. No es suficiente la revocatoria del mandato de los presentes, para que sean remplazados por unos semejantes. Se requiere una reforma profunda de los requerimientos para ser elegidos y una educación política de todos los ciudadanos, junto con otros cambios. Quiteños y ecuatorianos: ¡Prohibido olvidar octubre de 2019! (O)