La inteligencia artificial (IA) es el cuarto de los grandes avances del último medio siglo que han revolucionado las comunicaciones, de tanta importancia como la invención de la imprenta hace 600 años: los computadores personales, la internet y los teléfonos inteligentes vinieron antes. Los adolescentes de hoy no tienen idea de lo que era el mundo de las máquinas de escribir, las operadoras telefónicas y las bibliotecas públicas (¡ni qué decir de la caligrafía inglesa con canutero!).

A la IA, como los anteriores inventos, la acompaña la promesa de un gran avance en la productividad que traerá prosperidad y un mejor nivel de vida. La primera generación de ChatGPT y sus similares es como un asistente de investigación muy inteligente, acucioso, pero novato: bueno para encontrar fuentes y datos de manera instantánea, pero que no puede discernir entre lo correcto y lo falso, o hacerse un criterio independiente. ChatGPT sería un pésimo columnista.

Como todo avance tecnológico, la IA conlleva peligros. Para el presente proceso electoral, los principales son:

- Un incremento cualitativo en la capacidad de manipular información y propagar noticias falsas. Lo que antes se hacía con panfletos y hoy hacen los troles que inundan las redes sociales con desinformación, en particular Twitter. Pero con IA la manipulación se potencia. En lugar de troles que envíen mensajes genéricos por las redes sociales, la gigantesca capacidad de la IA permitirá a estos programas enviar mensajes personalizados a cada ciudadano, de acuerdo con su perfil, con el objetivo de influir en su comportamiento electoral. Por ejemplo, el candidato puede mensajear a los maestros que les va a subir el sueldo, a los jóvenes que va a ser más flexible en el ingreso a las universidades.

- La IA puede recopilar los datos personales y las preferencias políticas de los ciudadanos y utilizarlos para influir en las decisiones de los votantes. Por ejemplo, si en una familia hay quien sufre de una enfermedad catastrófica, el candidato le mandará un mensaje: que piensa incrementar el financiamiento estatal para tales dolencias.

- La manipulación de los resultados de los comicios. Antes solo las autoridades electorales podían alterar los resultados, como se sospecha pasó en Ecuador la década pasada y rutinariamente en Venezuela. Pero ahora hackers y actores malintencionados podrían aprovechar la automatización de ciertos procesos electorales, como el conteo de votos, para alterar resultados, manipular la voluntad de los votantes y cambiar el curso de las elecciones.

Para contrarrestar estas acciones, que se van a dar, hay que establecer estándares claros para el uso de la IA, garantizar la participación de expertos en seguridad informática en todas las etapas del proceso y alertar a la ciudadanía de los riesgos que corren. Una acción de más largo plazo es incluir en el currículum escolar el análisis de contenidos noticiosos. Finlandia lidera en esta disciplina.

El mal uso de la IA puede comprometer la integridad del proceso democrático, minar la privacidad de los ciudadanos y socavar la confianza en los resultados electorales. Las autoridades electorales tienen el reto de estar un paso delante de quienes quieran recurrir a esta nueva tecnología para falsear el pronunciamiento del electorado. (O)