Sea que se trate de un concepto novelero o que en su lugar invoque una profunda expresión colectiva, la mención del humor social es cada vez más frecuente al momento de analizar la percepción común de la gente respecto al estado de las cosas, entre ellas, su apego o adversidad hacia la situación política. En días pasados, el conocido periodista argentino Luis Majul entrevistó a Jaime Durán Barba preguntándole precisamente acerca del estado del humor social en Argentina y en general del existente en la región, lo que me llevó a pensar respecto de lo poco que se ha hablado del humor social en nuestro país, siendo interesante analizar con cierto detenimiento el alcance de dicho humor como teoría y concepto con el fin de no confundir los términos ni las proporciones, pues no faltarán quienes aseveren que es el colmo que se hable de humor ante tanto desasosiego político, por ejemplo.

El periodista Óscar Picardo entiende el humor social como el estado de una comunidad o sociedad, en función de que “se percibe, procesa la identidad y la información”, agregando que el análisis del humor social es un asunto que puede ser tratado o interpretado por matemáticos, sociólogos, psicólogos y políticos, aclarando que en las sociedades, el humor social está influido notoriamente por las condiciones socioeconómicas, opinión que no es compartida de forma unánime. Una lectura más sencilla interpreta al humor social como el nivel de ánimo y tolerancia que predomina en una comunidad, lo que ha permitido a su vez que algunos sugieran más bien hablar del “mal” humor social, especialmente respecto de la política, lo que explica la falta de conexión de la democracia con la ciudadanía, “una sociedad hiperconectada, cada vez más empoderada, pero, al mismo tiempo, más empobrecida”.

La irritabilidad, las expectativas, las frustraciones, la impaciencia, el fastidio, la alegría, todas esas expresiones colectivas vendrían a integrar el concepto del humor social, siendo por lo tanto una tarea compleja el poder analizarlo y entenderlo en su dimensión real. En todo caso y volviendo a la entrevista a Durán Barba, el analista señalaba que virtualmente en todos los países, hay una “ola de furia” contra los políticos con un marcado descontento social que se da sin perjuicio de distinción ideológica, citando como tal, lo que le está ocurriendo al flamante presidente chileno, quien en pocos meses ha visto cómo se desploma su respaldo ciudadano. Quizás en ese punto hay que destacar el análisis de si acaso hay sociedades más impacientes que otras debido a una diversidad de motivos, lo que confirma las dificultades que implica entender el humor social en todo su conjunto.

Cada año se publica un Informe Mundial de la Felicidad, basado en datos estadísticos y encuestas en alrededor de 150 países y que los ubica en un ranking (Ecuador está en el puesto 76) según el grado de satisfacción colectiva. ¿Bastaría leer ese informe para dimensionar el humor social en cada país? Hay quienes mencionan que es un claro termómetro, mientras otros aseveran que la realidad del humor social es más compleja y rigurosa. (O)