La carestía de víveres originada por obligados aislamientos, luchas intestinas o pandemias se subsana con huertos urbanos, clara respuesta a la escasez, el hambre y la pobreza, ya que es posible cultivarlos en pequeños espacios citadinos con apenas una capa de 20 cm de substrato, con diversas especies capaces de nutrir a grandes núcleos humanos de forma permanente, económica, segura, sin pesticidas dañinos a la salud y al ambiente. Tienen antecedentes históricos que se remontan a las primeras décadas del siglo XX, con especial connotación en la Segunda Guerra Mundial, en que fueron decisivos para la subsistencia poblacional ante el asedio del nazismo inclemente.

Conmovían los pesares de habitantes impactados por invasiones, bombardeos y ocupación hitleriana, a la par labrando reducidos enclaves de núcleos urbanos hasta obtener en corto tiempo verduras y hortalizas que cubrían las necesidades de quienes amorosamente los plantaban y sus vecinos, abasteciendo con amplitud mercados barriales, proporcionando energía a luchadores, a niños y ancianos sometidos a la incesante intervención de usurpadores, como ocurrió en el Reino Unido cuando Churchill arengaba que cualquier suministro era vital dentro de una debacle logística; esos frondosos vergeles emergían del templado asfalto como “jardines de la victoria” o “jardines de guerra”, fundamentales en las políticas de defensa civil. Se establecieron sembríos fáciles para alojar rábanos, zanahorias, tomates, cebollas, lechugas y otros, de rápido crecimiento, culminando con suculentas cosechas de contenido calórico, muchas vitaminas y minerales para supervivencia en condiciones de racionamientos, llevando al régimen inglés a impulsar los Comités de Hierbas de los Condados, que suplían de plantas medicinales cuando los remedios no existían en centros de salud. Algo similar existió y aún se registran en Estados Unidos, así como en la Francia ocupada, donde se consideraban actos heroicos y de resistencia al nazismo. Estos espacios suministran comida además de ser remansos de terapia emocional, rincones productivos que fomentan la solidaridad y elevan la autoestima.

Algo parecido acontece con la red de parcelas hortícolas municipales impulsada por la alcaldesa Cynthia Viteri, que proveen sin discrimen alguno a moradores comunitarios de porciones de hierbas frescas, de cercanía, tan suculentas como las de la serranía, que compensan parcialmente los déficits, configurando un círculo virtuoso, recolectando y volviendo a sembrar, hasta mantener ofertas continuas; son manantiales de nutrientes orgánicos, de óptima calidad que cubren mínimos energéticos, estimulando la degustación saludable y natural.

Es una manifestación de resistencia frente a los embates del cambio climático, de cuya presencia no cabe duda, ahorran transporte, válida para solventar imprevistos de abastecimiento, dando valor a los cálculos de la FAO de que microhuertos de un metro cuadrado podrían entregar 30 kilogramos de productos lozanos durante un año, bastando seis metros cuadrados debidamente labrados para cumplir la meta calórica de una familia de cinco miembros. (O)