Esta columna se ha identificando con la defensa de los suelos, en especial de los primeros veinte centímetros de su perfil agrícola, donde radica la parte viva responsable del 75 % de la alimentación mundial, razón que movió a 88 ministros de Agricultura de igual número de naciones, incluido el titular ecuatoriano Pedro Álava González, a reunirse virtualmente el 28 de enero pasado por iniciativa de Alemania, resolviendo de forma unánime suscribir una declaración histórica de principios, presidida por la significativa frase “la seguridad alimentaria comienza en los suelos”, cuya lectura y pormenorizado análisis deben ser tarea obligatoria de estudiantes y profesionales agrónomos de todos los niveles.

Luego, a lo largo de 212 líneas de impecable redacción, argumentar con detalles sencillos, pero científicos y técnicos, las razones de esa impactante afirmación y la necesidad de mantener la salubridad de esa pequeña capa de tierra de reducido espesor, producto de cientos de años de formación, aunque susceptible al deterioro y hasta desaparición si no se aplican sistemas de conservación efectivos y permanentes, en respuesta al manejo irresponsable que ha convertido áreas de alta fertilidad en eriales ausentes de vida, estimándose que el 40 % ha sido víctima de todo tipo de erosión y de maltrato humano, clamando por una pronta regeneración y no seguir obstaculizando la consecución de varios objetivos planteados por las Naciones Unidas hasta el cercano 2050, hasta tanto no se alcanzará la meta de hambre cero prevista para el año 2030.

Los suelos saludables son ricos en biodiversidad, aptos para sostener niveles elevados de productividad, en gran medida dependientes de la cantidad y calidad de los microorganismos benéficos de la capa fértil, indispensables para contribuir a la nutrición fluida de las plantas, necesaria para su crecimiento y multiplicación hasta culminar con la provisión de nutrimentos sanos e inocuos, tanto más si se han cultivado utilizando pesticidas y fertilizantes orgánicos, no convencionales, aprobados para uso ecológico, no dañinos a la naturaleza y, dentro de ella, a los seres humanos y crías, observando normas del Código Internacional de Conducta para el Manejo Sostenible de Fertilizantes. Luego de tan deslumbrantes determinaciones, corresponde a los Gobiernos a los que se pertenecen las autoridades agrícolas firmantes poner en ejecución lo acordado, para lo cual será necesario que los Estados les provean de recursos necesarios para su vigencia; de suerte que Ecuador cuenta con un marco legal propicio para el efecto, a través de normas como la de Tierras y Territorios Ancestrales, que ordena la ejecución de acciones de regeneración y conservación de suelos de vinculante cumplimiento en programas específicos debidamente financiados, según mandato de su artículo nueve.

Los empresarios privados, sean pequeños, medianos o grandes, deben liderar proyectos que busquen respaldar las propuestas estatales, a las que deben sumarse instituciones no gubernamentales sin fines de lucro, fortalecidas en los trabajos que realizan las universidades y escuelas politécnicas en sus carreras agrarias. (O)