En 2016 escribí este (extracto de) artículo sobre la Contraloría manejada por Pólit. Para los que pretenden que no sabíamos de sus andanzas, siempre es bueno recordarles que muchos lo dijimos. Sin duda ellos también, aunque ahora intenten alejarse de su negra sombra.

“… Me sorprende que la Contraloría, cuyo presupuesto es de 100 millones anuales, tenga tan poca capacidad para encontrar casos reales de corrupción, más allá que obviamente la corrupción no deja rastros evidentes, y requiere de una fase ulterior: que Fiscalía y jueces cumplan su función.

Muy bien que haya caído en los Estados Unidos... ahora se debe desenrollar el hilo de sus andanzas...

Aparentemente las operaciones analizadas no faltan (...). La propia Contraloría dice haber analizado solo en 2015 operaciones por varios miles de millones. Claro, el gasto público total en los últimos 10 años ha sido de unos 300.000 millones, de los cuales la mitad probablemente se relaciona con contratos de inversión, compra de bienes y servicios o similares. ¡Pero el resultado es tan pobre! Diario El Comercio resumía los principales casos sancionados en los últimos años: ¡menos de 40 millones de dólares! Y según el propio informe anual de Contraloría, se ha sancionado con responsabilidades administrativas a 11.960 personas, en total $ 7 millones, 500 dólares por caso, pequeñeces (deben ser ciertamente sancionadas) pero sin importancia. Cifras mínimas frente a la potencial realidad, por eso uno se pregunta si el trabajo es bien enfocado, si la información recabada es la más adecuada (…), y nos preguntamos si la instrucción fundamental es realmente descubrir los casos importantes, o se protege al poder político que reparte cargos, obras y prebendas”.

Esto último fue la realidad: “se protege al poder político que reparte cargos, obras y prebendas”.

Y en artículos posteriores me sorprendía sobre la manera como el Gobierno apoyaba al contralor del 100/100 en todas sus evaluaciones, cuando era evidente no merecía más allá de unos pocos puntos simbólicos. Recordaba ahí cómo había dejado pasar obras evidentemente con sobreprecios, inútiles, que significaban un enorme desperdicio de nuestros recursos. Y hasta ahora sorprende que no haya más procesados por mal (pésimo) uso de nuestros fondos. Desde hace mucho rato sabíamos, y se comentó, sobre la desgracia de proyectos como las refinerías de El Aromo o Esmeraldas, las esferas de Monteverde, la ruta a Collas, los aeropuertos de Tena o Santa Rosa (¿cuántos vuelos hay?), Coca Codo (cuyo fracaso muchos técnicos anticiparon), y tantas obras sobredimensionadas y sobrepagadas regadas por el país, que además arrancaron con presupuestos razonables y terminaron con una danza de millones que mareaba. En las sabatinas se nos informaba cómo el presidente estaba al tanto de una simple escalera mal diseñada en una escuelita de barrio o el horario no adaptado en ciertos parques (…), pero pretendía no haber sabido del despilfarro en esas obras millonarias. ¿Quién puede creerlo? ¿Quién puede creer que, el ahora desconocido Pólit, no era parte de una trama organizada?

Muy bien que haya caído en los EE. UU., pero eso es insuficiente, ahora se debe desenrollar el hilo de sus andanzas, que le hicieron merecedor de 100 o más puntos en el arte de encubrimiento y negociados.

Nota: ¿Y cómo va el tema Glas? ¿Ya se libró? (O)