Para mirar el primer año de Guillermo Lasso (es sobre todo un año más para el país), es necesario recordar lo que han sido los últimos 15 años.

De 2007 a 2017 tuvimos la Revolución Ciudadana. Y quizás podemos resumir su visión en tres elementos clave. Uno, el gobierno como centro de la sociedad, entrando en todos los campos económicos, legales y sociales, sobredimensionado y corrupto. Dos, para mantener a ese gobierno y activar la economía, ‘raspar todas las ollas’ posibles, con lo cual obviamente se logran algunos resultados positivos (lo contrario sería increíble), pero la mayoría son solo espejismos y se hipoteca el futuro. Tres, la política (y el marketing político) como centro de la vida social, esa frase tan repetida y tan errada “solo el que gana elecciones tiene derecho a opinar” y la imagen del líder autoritario como guía de la sociedad. Trilogía tan peligrosa.

El 2021 fue razonable con un crecimiento del 4,2 %, pero esto se debe al menos repetir en el 2022.

Luego vino Lenín. Ante la sorpresa de casi todos, inició la descorreización tan necesaria, atacando la corrupción, buscando mecanismos para romper candados legales y superando obstáculos como nuestra vinculación siamesa al socialismo del siglo XXI o el caso Assange. Avance importante. En la economía hubo pasos tibios, pero ciertamente intentando dejar de lado el despilfarro y abriendo espacios de colaboración con organismos internacionales (en lugar del carísimo endeudamiento chino).

Y ahora Guillermo Lasso. Su principal objetivo inicial, más que cumplido: el exitoso proceso de vacunación. Y luego “poner la casa en orden” en las finanzas públicas y aunque todos vemos mejores cifras, hay opiniones muy divididas, para unos son resultados muy favorables, mientras otros solo vemos el resultado del precio más alto del petróleo, la elevación de impuestos y (casi) ninguna reducción del gasto público, habiendo tantos elementos improductivos por recortar (al menos se venderá el Banco del Pacífico próximamente… ojalá). Muy bueno el avance en las relaciones externas: se trabaja en acuerdos comerciales con México, EE. UU., Alianza del Pacífico, Asia, han bajado algunos aranceles, se han simplificado algunos procedimientos y el ISD baja, aunque muy lentamente, sin duda, pero el sendero es correcto. Algunos avances en minería y petróleo. Otro objetivo en el que no se ve mucho avance (¿o sí?): alimentación infantil.

Gobierno con bloqueos políticos y mutuas amenazas, sobre todo con la muerte cruzada. Y en corrupción hay un mensaje desde la cabeza muy claro por la honestidad y la ética, que debe permear dentro del Gobierno, pero la percepción de los ciudadanos es aún contraria… y temas como el de Glas generan serias dudas. El Gobierno no ha sido muy certero en los difíciles artes de la política y la comunicación.

Detrás hay un objetivo esencial: crecer, como el fundamento para crear empleos, mejorar ingresos y bajar la pobreza. El 2021 fue razonable con un crecimiento del 4,2 %, pero esto se debe al menos repetir en el 2022. ¿Vamos hacia allá? Algunos insisten en que se debe “liberar” el gasto público para mover la economía, otros creemos que es la inversión privada la que debe ser empujada y atraída (aparentemente hay mucho interés), más bien profundizando la disciplina fiscal, avanzando en la reforma laboral… y más… En 12 meses tendremos nueva evaluación. (O)