Esa que afrontó Alemania en las dos guerras mundiales, y que fue la causa principal de sus dos derrotas, es la que libra Guillermo Lasso en este momento dramático del Ecuador. En un frente tiene a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) con su paro nacional y, en el otro, a la Asamblea Nacional, donde se intenta destituirlo por la grave conmoción provocada por la primera. Un cordón umbilical une a estos dos frentes. El que el presidente, eventualmente, saliere victorioso en uno, no necesariamente significará que se impondrá en el otro; pero si el movimiento indígena depone el paro, los opositores de la Asamblea Nacional perderán piso. Al cabo de dos semanas en la que ha paralizado al país, el dirigente de la Conaie ha aceptado dialogar con el Gobierno; a más de sus diez planteamientos iniciales ya ha presentado otros de difícil, si no imposible, aceptación, como esto de demandar que sea el Gobierno, y no el mercado, el que fije los precios de los productos de primera necesidad. Iza, al fin, habló el lunes, y mantuvo su posición inicial en los precios de la gasolina y el diésel: rebaja de cuarenta centavos en cada galón, y, por tanto rechazo a la oferta gubernamental de diez centavos por galón. Los representantes del Gobierno a la negociación se retiraron para poder consultar con el presidente. También son temas centrales los pedidos de derogatoria de los decretos 95 concerniente a política petrolera y 151 de minería. La Conaie después de 15 días de movilización mantiene su presencia; a pesar de que le debe resultar muy costoso mantener este ejército de ocupación instalado en Quito; a más de los costos de movilización desde las provincias. Y si el movimiento indígena no tiene prisa, tampoco la Asamblea Nacional; no continuó sus sesiones el lunes pasado, y lo hará el martes, y les tomará tiempo llegar a la votación. Parecería que la oposición no cuenta con los votos necesarios para la destitución, pero cunden rumores de negociaciones no muy santas para procurar obtenerlos. Seguramente el Gobierno no se confiará y, en todo caso, el presidente puede disolver la Asamblea en cualquier momento; una cosa es ser destituido y, otra, ser el que destituye; el efecto legal, político y moral es distinto.

Cuando escribo estas líneas, no se conoce, todavía, la respuesta del Gobierno a Iza, pero podemos hacer algunas apreciaciones. Parece que el Gobierno, anteriormente, no llegó a responder, ignoró estas peticiones de la Conaie; un daño que, tal vez, pudo haberse evitado. Es imperativo atender al desarrollo integral de las comunidades indígenas; es una vergüenza nacional la miseria en que viven los señores originarios de la tierra; debería haber un verdadero Plan Marshall, con asistencia internacional, para promover su desarrollo; es de justicia y también de conveniencia general, para no volver a vivir estos penosos enfrentamientos que han ocasionado el rechazo, la indignación, de la población impedida de trabajar. A mí me ha complacido que el Gobierno no haya abandonado la capital y permanecido en Carondelet.

Lo ocurrido ha dañado terriblemente la imagen internacional del Ecuador y, por tanto, desalentará el turismo y la inversión extranjera. (O)