Concluyó en la madrugada del domingo pasado la conferencia de las partes sobre el cambio climático llamada COP27, luego de dos semanas de extenuantes conversaciones realizadas en la ciudad balnearia egipcia Sharm el Sheij, que al decir de algunos analistas sería un acuerdo fundamental para el porvenir de los países altamente vulnerables al fenómeno global, que dará nacimiento a la estructuración de un fondo en beneficio de los habitantes de las zonas que han sufrido pérdidas y daños como consecuencia de desórdenes por las crecientes emisiones de gases provocados por el desenfrenado consumo de combustibles fósiles. En cambio, no son pocos los incrédulos sobre la efectividad de esta clase de eventos

El objetivo por alcanzarse contaba con el apoyo de los organizadores locales, del secretario general de la ONU y de un conjunto de países en desarrollo, entre los que se contaban los más “especialmente vulnerables”, como los isleños camino a desaparecer por la implacable subida del nivel de los mares. Un grupo compacto presionaba a los asambleístas hacia la consecución de soluciones prácticas mucho más que las resoluciones simplistas adoptadas en conferencias anteriores.

COP27: cómo el aumento de la ansiedad climática puede ser algo bueno para el planeta

Se incitó a debatir sobre el significado de los daños y pérdidas ya irrogadas a la humanidad, como las frecuentes inundaciones y otros fenómenos extremos y la necesaria reparación, tema que había sido diferido en similares encuentros en concordancia con el temor a los más poderosos contaminadores que tengan que asumir por obra de la “justicia climática” multimillonarias indemnizaciones. Esta vez se notó una posición compacta con niveles de exigencia obligando a las naciones desarrolladas a activar los mecanismos de financiamiento que vayan más allá de los ofertados 100.000 millones de dólares anuales ya invertidos en un 70 % en regiones paupérrimas.

COP 27 con modestos resultados

Aunque sigan siendo pactos declamatorios, es lo mejor que se ha logrado, sin ser lo óptimo, porque ha quedado pendiente la definición de las fuentes y los Estados más vulnerables, en cuyo lote no estarán todos los calificados como no desarrollados, aunque hayan sufrido igual o mayores tribulaciones, como los ubicados en zonas intertropicales a las que pertenece Ecuador. Quedó para futuras reuniones a cargo de una comisión con menos delegados entre los que figurarán latinoamericanos, con un corto plazo de trabajo para que proponga soluciones a implementarse antes del fin del año 2023.

Un aspecto resaltable de la extinta COP27 fue el énfasis político dado a la “justicia climática” en la aceptación de que los grandes contaminantes, a la vez más influyentes, incluyendo China, reconozcan los quebrantos no recuperables y los daños que el desbocado uso de carbono energético ha ocasionado a las poblaciones desprotegidas correspondientes a Estados con alta pobreza que sufren penalidades que otros han provocado con sus emisiones perjudiciales.

De lo que se conoce del acta final de la COP27, se deduce que nada se avanzó en el tema de la avería y degradación de suelos productivos, cuya recuperación o regeneración es fundamental para la garantía de provisión alimentaria para una población mundial en constante aumento. (O)