¿Qué está en juego al saltarse la fila de las vacunas? Intento comprender, que no es lo mismo que justificar.

Tratar de conseguir algo que es para nosotros un bien preciado y que se nos hace difícil de tener puede originar conductas corruptas.

Ser vacunado es una manera de salir de la cárcel del confinamiento a la que estamos sometidos, encontrarse con amigos sin miedo, sobre todo poder controlar el miedo a morir. Cuando los que evaden las filas son adultos mayores, se añaden elementos de desaliento en la sociedad. Los ancianos son los bastiones de las familias, referentes de instituciones, de empresas, de equipos, de organizaciones, aquellos que deben ser cuidados, aunque muchos los consideran estorbos y tratan como si fueran niños. Pero si basados en su prestigio, sus servicios al país desde diferentes espacios del saber y el quehacer evaden principios bajo excusas como estoy en la edad de ser vacunado, soy una persona importante, en el trabajo me necesitan porque soy jefe, si me pasa algo muchos serán los perjudicados, la obra social que hago me tiene de referente, muchas cosas se derrumban. Todos nos sentimos avergonzados, porque lo que ellos son y representan en general nos llena de orgullo. Y de pronto se manifiesta que son tan parecidos a los que buscan privilegios a como dé lugar escudados en buenas intenciones, que mirarnos en ese espejo nos duele. En el fondo se esconden miedos y egoísmo.

Y los más jóvenes, que están cansados de la pandemia, que tendrán que esperar largos meses, tienen la excusa de cuidar a familiares mayores y la necesidad imperiosa de no perder esta etapa de sus vidas arrinconados en un cuarto, un patio, pegados a celulares y computadoras y buscan también saltarse las filas.

La lista es larga de aquellos que buscan entrar por puertas laterales, compitiendo en edad, importancia de lo que hacen o de los contactos que se tienen. Muestra además un desconocimiento de la dureza de atender en hospitales. La angustia de tener familiares sin cama y sin oxígeno y la fatiga y el desgaste de médicos y personal de salud enfrentándose todo el día, todos los días, a una enfermedad que también puede matarlos a ellos.

Todos estamos cansados y agobiados. Frente a un gobierno que no informa, no organiza y encubre a quienes no respetan un orden desconocido, un gobierno cuyos ministros de Salud cambian vertiginosamente. Sálvese el que pueda parece ser la ley que rige la convivencia social.

Logran ventajas los que en la sociedad ya tienen ventajas… Los que están al margen, excluidos del sistema, aunque lo necesitan más que nadie, esos tienen que esperar.

El documental Fraude, de Netflix, muestra cómo por otros motivos, los fraudes funcionaban para entrar a las mejores universidades de EE. UU. Padres ricos de alumnos que no lograban el puntaje necesario pagaban enormes sumas a personas que falsificaban documentos y pruebas. El prestigio se convirtió en un fin en sí mismo. La pregunta que se formula en la película es para cada uno de nosotros: ¿A qué precio estamos dispuestos a comprometer nuestra ética?

Más allá del escándalo colectivo que produce el conocer hechos vergonzosos, la pregunta personal nos cuestiona a todos. (O)