Cuando hacía el prólogo para la colección de mis primeros 10 años haciendo análisis de política internacional, escribía que Ecuador simplemente se siente extraño en el mundo. Y todo parece indicar que no ha cambiado nada 20 años después. Hay una suerte de parroquialismo en la forma como los Gobiernos o los políticos de turno enfrentan los fenómenos internacionales y sus propias decisiones de política exterior: o no pueden explicar cómo tomaron sus decisiones y por qué; o argumentan que no pueden hacer nada, pues lo que les pasa es una decisión soberanísima de alguna potencia mundial que decide tomarla. Esto sigue pasando con “la política exterior” de Guillermo Lasso.

A un año de funciones, la única claridad en el frente externo viene del Ministerio de Producción y Comercio: los TLC. Siendo la única oferta de campaña en materia externa, es claro que la movilización de recursos para empezar negociaciones ha sido intenso, empezando por México y continuando con muchos otros países que, según el ministro Prado, llegarán a diez. Pero la ola de TLC en el mundo terminó y muchos países —habiendo ya conseguido abrir 90 % de su comercio— arrastran los pies a la hora de invertir otra vez en un equipo de negociación o en gastar capital político en procesos de ratificación para un país que es tan pequeño como el nuestro. Después de Europa, los únicos TLC que realmente importaban para el Ecuador son los de EE. UU. y China, dos de los tres más grandes socios comerciales del Ecuador. Pero es ya una decisión bipartidista de EE. UU. no firmar más TLC con nadie, y eso es evidente para todos desde 2017, excepto para el Ecuador.

Queda la posibilidad de China, excepto por la decisión de Guillermo Lasso de apoyar la ley DAV22083, que sella una alianza estratégica entre Ecuador y EE. UU. y cuyo objetivo central es desacoplar al Ecuador de China. Un modelo que está ensayando el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense para tratar de desconectar a América Latina de la influencia china, un país a la vez. Y, para variar, Ecuador se ofreció de voluntario. No es que EE. UU. no lo haya intentado antes con otros países, pero nadie acepta ser un comodín en la lucha por el poder mundial sin beneficio de inventario; de hecho, lo acaban de intentar con los países del sudeste asiático miembros de Asean, pero nadie se ha sumado. La pregunta es ¿por qué nosotros sí? El informe a la nación del 24 de mayo era la oportunidad del presidente de la República para explicar la decisión más importante que ha tomado el Ecuador en materia internacional desde la firma de la paz con el Perú, pero no la usó.

Por suerte, Ecuador cuenta ya con una masa crítica de académicos especializados en relaciones internacionales, seguridad y defensa y economía política internacional que han conformado el Foro Permanente de Política Exterior para ayudarle a pensar al Estado el largo plazo, el costo de sus decisiones y sus consecuencias. Un foro similar existe en Chile desde hace más de 20 años, con pensadores de la talla de Sergio Bitar, Oswaldo Rosales, Luis Maira, Alberto van Klaveren y Jorge Heine. Ese foro ha ayudado a generar mecanismos de discusión sobre temas fundamentales de política exterior, por fuera de apasionamientos ideológicos o partidistas, a revisar y corregir errores estratégicos. El foro ecuatoriano busca hacer lo mismo. Ojalá este y otros Gobiernos sepan aprovechar este escenario de discusión y, con ello, mejorar sus políticas públicas por el bien del país. (O)

* Grace Jaramillo tiene un Ph. D. en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por Queen’s University y es profesora adjunta de la Universidad de British Columbia en Canadá. En Ecuador ha sido profesora de la Universidad Andina, de Flacso y miembro de la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores.