En el pasado, el mensaje navideño era muy claro: Feliz Navidad, felices navidades, o felices pascuas. Es decir, todas las expresiones, estaban relacionadas a un hecho histórico, cierto, comprobado: el nacimiento de Jesús.

En el creciente desmantelamiento de los valores cristianos occidentales, también a través de la manipulación del lenguaje se va logrando poco a poco desvirtuar el sentido cierto de las cosas.

Hoy la frase más común es “felices fiestas”. ¿Qué fiestas? Pues no es ninguna otra que las navidades, y por más que se trate de descristianizar la ocasión, se trata de la navidad del 2022, que quiere decir, 2022 años después del nacimiento de Cristo. No trata de un tema religioso, se trata de un hecho histórico, cuya repercusión posterior en la humanidad es verificable. Hoy nuestros calendarios dicen 2022 en relación a ese hecho, y no a ningún otro. La navidad es la conmemoración y recordatorio de ese nacimiento. Llamarla “fiestas” no es lógico.

Pero este detalle de “fiestas” frente a Navidades, no es casual. Esta tendencia a cambiarle el nombre a las cosas es sistemático, y viene dentro del acorralamiento a los valores e ideas que hicieron grande a occidente, como el concepto que la vida es sagrada.

La ONU, la OEA, la OPS, la OMS y todas las organizaciones y ONG del mundo hoy se cuidan de supuestamente no “ofender” a quienes son claramente abortistas y pro aborto. Entonces el lenguaje “correcto” es “defensores del derecho a elegir, defensores de la libertad de la mujer, defensores de la interrupción voluntaria del embarazo”.

Pero esto no se queda ahí. La Associated Press, la cual junto a Reuters son las dos más grandes agencias noticiosas del planeta, tiene un manual en el cual se dan las normas de cómo se deben dar las noticias, qué se debe o no se debe decir. Recientemente indicaron que la palabra abortista no debe ser usada, pues supuestamente connota a persona que practica abortos clandestinos. Es decir, el médico dueño de una clínica de abortos del tercer tercio, que por ejemplo existe en Colorado, (abortos para niños de más de seis meses de embarazo), no puede ser llamado abortista. Hoy la ciencia ha demostrado que los niños de más de seis meses están formados, pueden sobrevivir con cuidados médicos. Quitarle la vida a un niño completamente formado no es aborto, es “interrupción voluntaria del embarazo”. Quien se lanza a la calle en manifestaciones a favor de algo así tampoco puede ser llamado abortista. Y pro vida que es algo positivo tampoco se debe usar, se debe decir ”opuesto a los derechos a elegir”. Todo apunta siempre a que la ideología de género penetre, sea santificada y confirmada como alternativa en la sociedad.

Y luego viene este uso de pronombres que nos está deformando al punto de hacernos ver en ridículo; estes, no estos o estas; no los o las, sino les y más cosas de esa naturaleza que lleva al límite como aquelles.

Y esto para no mencionar la ley que se discute en España que describe en detalle los 16 tipos de matrimonio que puede haber.

En otras palabras, en la cultura occidental la tolerancia se ha llevado a niveles ridículos.

Yo me pregunto cuán bien sonaría decir que Andrés Gómez fue un gran tenisto, no tenista. Que Jean Piere Rampal fue un gigantesco flautisto no flautista, y que Maurice Andre fue un virtuoso trompetisto, no trompetista. O decir que voy al dentisto, no al dentista, o tengo una sesión con el terapisto, no con el terapista. Todo esto que suena muy extraño, podría darse porque por ejemplo un grupo de hombres inicia un movimiento y una lucha porque no les gusta que su profesión o actividad suene “femenina”. Ciertamente nos parecería ridículo. Pero, ¿por qué no es ridículo lo que va en la otra dirección?

Es por eso que en estas Navidades, no en estas fiestas, a los lectores de esta columna les deseo Felices Pascuas, no simplemente felicidad y bienestar, les deseo que las bendiciones de Dios inunden la vida de nuestra sociedad, y que los seres humanos recuperen la sensatez para no gastar el tiempo, la energía, y el cerebro produciendo cambios irrelevantes e ilógicos que nos están llevando en occidente a un ocaso, no a una superación permanente como sí se dio en el pasado cuando no se perdía el tiempo en estas cosas.

Y espero que nadie diga algún día que conoció a un columnisto de diario EL UNIVERSO, con el cual no compartía los criterios respecto de muchos temas como los tratados hoy aquí. Al paso que vamos no me extraña que en poco tiempo me digan “Usted es un anticuado columnisto de diario EL UNIVERSO”. Y a los amigos de la extrema izquierda les recuerdo que los comunistas podría ser llamados “comunistos”. (O)