Hace poquísimas horas terminó la controversial temporada navideña 2022-2023, con la ya popular rosca de Reyes, en alusión a los Reyes Magos, y he sentido esta vez que va en aumento el cuestionamiento de cuán creíbles son algunos de los elementos de la tradición, a tal punto de que se viene cada vez más encasillándolos como fakes, aceptadas y admitidas religiosamente.

Como en años recientes, en redes, la discusión ha crecido desde el sonido del primer villancico, con la controvertida expresión de “mira cómo beben los peces en el río” y la explicación ictiológica de que eso es imposible para los peces. Pasando por la controvertida fecha misma del nacimiento de Jesús, que históricamente ya ha quedado claro que fue impuesta siglos después de su muerte, desde el púlpito papal, lo que sin embargo parece poco importar y cuestionarse en el mundo católico, sobre todo.

Y más recientemente, si en verdad existieron los Reyes Magos, los de la celebración de ayer que también por una decisión papal ha sido señalada como la fecha en que llegaron estos poderosos personajes a adorar al Niño que venía a salvar al mundo.

Ojalá que esta vez, la transición tecnológica permita poner de una vez por todas cada cosa en su lugar.

Que si eran tres de verdad, o decenas como dicen otros textos de la época. Que si su origen era diverso. Que si en realidad había un negro entre ellos o fue histórica y circunstancialmente oportuno ponerlo. Que si eran reyes, nadie tiene claro exactamente de dónde; y magos, aunque historiadores han sido enfáticos, quizás con poco éxito, en decir que hace más de 2.000 años el ser magos tenía relación con el poder, más que con sacar un conejo de un sombrero.

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Todo lo dicho parece no ser de mayor importancia al cantar a todo pulmón aquello de los peces bebedores, adorar al Niño nacido en Belén o venerar a los Reyes Magos a tal punto de ser el momento, como ocurre en algunos países, de la real entrega de regalos, tal como sucedió con el oro, incienso y mirra que estos atesoraban y dieron a Jesús.

Todo este recuento de fakes, o al menos dudas relacionadas con la temporada navideña, no tiene ni por un momento una intención sacrílega contra la religiosidad. Faltaría más. Sí me sirven, empero, para retomar la discusión de cuán fácil es posicionar una idea cuando encaja en las ansias y sentimientos de una mayoría. Porque, como decía mi abuelo Horacio, no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír.

Más allá de lo emotivo, valgan los ejemplos para evidenciar que la ciencia y tecnología le ganan terreno a la tradición, sobre todo cuando esta última es mezquina en lógica y sentido común. Desde la comunicación son ejemplos válidos de cómo una idea posicionada o impuesta puede a

la larga ser más efectiva que una bala de cañón. Y ahora trepada fácilmente en plataformas digitales que hacen que los datos certeros o truqueados viajen por el hiperespacio a la velocidad de la luz.

“No todo lo que brilla es oro” dice con acierto otra pieza del refranero popular. Yo la adaptaría al tema

que trato diciendo que “no todo lo que se difunde es verdad” o una aproximación de ella. Ojalá que esta vez, la transición tecnológica permita poner de una vez por todas cada cosa en su lugar. (O)