Los sucesivos gobiernos de dos décadas a esta fecha han consagrado como un método de desarrollo agropecuario el fortalecimiento de las cadenas productivas y de valores. Una de ellas de gran envergadura económica e impacto social ha sido la caña de azúcar, maravillosa herbácea de tallo sólido pero jugoso, delicioso y nutritivo, con derivados de gran desempeño como el etanol, que debe ser considerado parte de ella como lo hace sin dubitación la Unión Europea al colocarlo en un lugar protagónico de esa articulación con lo que se solidarizan naciones de enorme poderío energético limpio como Brasil, Estados Unidos y las latinoamericanas, Perú, Colombia y Argentina, han hecho lo propio.

La decadencia de los combustibles fósiles es cada vez más notoria, mientras se buscan sustitutos parciales o totales que no perjudiquen tanto al medioambiente y a su esencia, los seres humanos, siendo una irrenunciable necesidad acudir a fuentes bioenergéticas renovables como las provenientes de la caña, maíz, palma africana, remolacha y otros vegetales, cuya demanda se incrementa a la par de la elevación del valor del petróleo y sus carburantes, acumulando creciente descrédito, observándose que buen número de países se esmeran por reemplazarlos en exitosas mezclas con etanol. Ecuador comenzó agregando un 5 %, ascendiendo luego al 6 % y proyecta para dentro de poco llegar al 8 % o más en nuevas naftas de mayor octanaje (ecoplús 89 a 95) lo que se encamina a convertirse en realidad.

El centro del eslabonamiento azucarero es la parte que aportan la agricultura y los zafreros, sin ellos sería imposible las demás, siendo imprescindible otorgarle la preeminencia que le corresponde, comenzando por reciprocar un justo precio a los cultivadores que tenga como punto de partida el respeto a los niveles establecidos por el régimen, superando trabas que contravengan su efectividad, hasta que se integren de manera plena los ingresos que crearía la elaboración de etanol y otros derivados para satisfacción de todos los enlaces de la edulcorante cadena, incluyendo la elaboración de azúcar, permitiendo el reflotamiento de la fase industrial con padecimientos por los erráticos precios que descienden al ritmo de circunstancias extrañas al Ecuador.

Urge una legislación específica que reactive el estático plan bioenergético inmovilizado desde el 2010, conociendo que para tal finalidad se estudia un mesurado proyecto de ley que tendría la simpatía y decisión política de todas las tendencias representadas en la legislatura y de los actores que interactúan en el mundo azucarero. Hasta tanto, crece el interés de inversionistas extranjeros y ecuatorianos para la instalación de fábricas modulares en los mismos centros productivos que arranquen desde el plantío de nuevas o ya establecidas fincas que sumen entre 5 y 10 mil hectáreas en diferentes provincias con condiciones óptimas para sembrío y elaboración del carburante no contaminador del ambiente, constituyendo en fuente pulcra y segura de empleo que culminaría con el desasosiego pertinaz de los precios a los plantadores y miles de ecuatorianos sin trabajo tendrán en esa línea un mejor porvenir. (O)