Esta tragedia quiteña en La Comuna y en La Gasca nos deja lecciones del más alto valor, como el de la valentía de quienes arrostran la desgracia de perder a sus familiares, sus casas, sus pertenencias; el de la solidaridad humana, demostrada por modestos servidores públicos y más todavía por ciudadanos desconocidos que abnegadamente ayudaron sin esperar reconocimiento alguno. Algo así como el soldado desconocido. Hay otras cosas, también: mientras unos funcionarios municipales se disculpan diciendo que ha llovido demasiado; otros, que la causa no es la tala de bosques; y, terceros, que el problema no es de ahora, que se ha acumulado durante largo tiempo –excusas–; lo importante, al momento, es que actúen con eficiencia. Lo que sí es condenable, repugnante, es que haya personas que pensando en sus intereses electorales, ya tiendan sus redes para pescar a quebrada revuelta. Pero, olvidando toda suerte de mezquindades, lo imperativo, hoy, es establecer la condición real en la que se encuentran las laderas del Pichincha, sus quebradas, el estado de sus bosques, de la capa verde, la extensión y condición de las construcciones, legales o ilegales, y para eso debemos contar con un estudio no dependiente del Municipio; el cabildo debe estar consciente de que no puede ser juez y parte, y porque, en más o en menos, por acción u omisión, es responsable de la tragedia del 31 de enero, y porque la ciudadanía necesita recuperar su tranquilidad con una apreciación independiente de la situación real, que contenga recomendaciones de lo que hay que hacer y corregir. Si no se sacan lecciones de la tragedia, la ciudadanía vivirá una agonía constante cada vez que hay un aguacero, una tormenta. Debería conformarse una comisión de expertos en ecología, sismología, uso del suelo, alcantarillado, provenientes de las universidades y del medio profesional. En el entretanto, el Municipio debe realizar trabajos de mantenimiento, prevención y suspender toda nueva construcción, inclusive las ya iniciadas. El Municipio Metropolitano, debido a la guerra interna que produjo la destitución del alcalde, juicios penales, tiene que curar heridas y le haría bien aceptar la formación de una comisión técnica independiente, no nombrada por él, y estar dispuesto a seguir las recomendaciones de esa comisión. Esta comisión técnica debería recomendar la reestructuración administrativa en las materias concernientes al problema, con indicación del personal, los técnicos, que se precisen para esta tarea vital. He leído que apenas hay 24 funcionarios que inspeccionan las nuevas construcciones, cuando el total del personal municipal supera los veintidós mil; comparativamente, más que dobla el personal del Municipio de Guayaquil. Le honraría al Municipio, a su alcalde, el apoyar un trabajo así con información, planos, permisos, vehículos y oficinas en las que trabajaría esta sugerida comisión técnica.

Un simple trabajo rutinario de destapar alcantarillas, limitar construcciones, dictar algunas disposiciones aisladas para proteger la ecología no impedirá que se repitan los hechos que lamentamos, y habríamos perdido la oportunidad de hacer de Quito, nuevamente, un lugar para vivir con seguridad, tranquilidad, alegría. (O)