El día domingo se realizó el debate entre los candidatos a ocupar dignidades de las diferentes ciudades del país, pero en la que más me concentré fue en ver el debate por los aspirantes al Sillón de Olmedo, y realmente pensé que tendría mucho que opinar, o de analizar, sin embargo, más allá de que el formato del debate no permitió a ningún candidato impugnar o debatir sus ideas, lo más relevante de este fue que los que se encuentran arriba para competir se concentraron en atacar y criticar a la candidata que lidera en las encuestas, y nunca propusieron un plan, una ruta de ejecución, dijeron inventar el agua tibia, porque sea dicho de paso, mucho de lo que ofrecieron ya está siendo ejecutado por el Municipio, pero sin conocer cómo funciona lo que creyeron inventar, y en este preciso instante rompieron una regla fundamental de cualquier debate, investigar, conocer, precisar, construir una crítica objetiva e intentar plantear algo mejor, diferente o nuevo.

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Pero, entre trencitos, ideas bukelistas de un mal remedo de Bukele (están compitiendo por una alcaldía, no por una presidencia), se denotó un desconocimiento absurdo de las competencias que por ley tiene el cargo al que aspiran, parecería que nunca han abierto la Constitución de la República, o que ni de lejos han visto el Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización; entre tanto se vio a dos candidatos enamoradizos de las críticas del uno y del otro, una conversa llena del romance propio del chisme de barrio característica de los cotilleos de una conversación intrascendente, un debate agónico del primer grupo lleno de dimes y diretes, que lo único que hicieron fue criticar lo bueno, lo feo, lo malo, o lo que en ese momento les salía para poder atacar sin fundamentos claros, más que lo que han leído, han escuchado o han visto por ahí, una vergüenza ajena es la que dieron, un primer grupo donde se alimentó el ego y el discurso populista, con una sola línea argumentativa: “Es que la actual administración...”, dejó de ser debate casi desde el principio.

“La gente solo tira piedras al árbol que da frutos”, por esto, querido lector, meditemos bien nuestro voto.

Una de las cosas que más llamaron mi atención fue ese sentimiento de omnisciencia y omnipresencia de la gran mayoría de candidatos. En sus campañas nunca hablan de un “nosotros”, y si investigo me cuesta mucho encontrar información del equipo de trabajo con el que planean sacar adelante sus proyectos. Es decir, su discurso es egocéntrico, carente de ideales, son candidatos de políticos prófugos o que su mejor obra fue la foto durante una crisis sanitaria de un virus que no fue precisamente el miedo.

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El segundo grupo tuvo aplanado el terreno gracias a sus antecesores, para que la única candidata mujer de ese grupo se tome el protagonismo del momento, rodeada de otros candidatos que a duras penas entendieron cómo funciona la administración municipal, desconociendo lo que su contrincante había ya ejecutado, presupuestos, asignaciones, un debate que realmente no estuvo enfocado a proponer o cuestionar, solo a atacar, un debate montonero de todos contra una, que realmente me hace pensar que un refrán que escuché es verdad: “La gente solo tira piedras al árbol que da frutos”, por esto, querido lector, meditemos bien nuestro voto. (O)