La decepción de los votantes de Lasso es de varios tintes. Hay un pequeño grupo creyente de su discurso –alrededor de 15 %– que por más de 12 años lo justifica y guarda su desasosiego para hablarlo en corto, bajito. El resto de sus votantes de segunda vuelta tenían pocas expectativas. Fueron organizaciones y grupos de corrientes opuestas a la ideología conservadora de Lasso que lo apoyamos para evitar al correísmo. Es probable que Lasso hasta en sus momentos de mayor optimismo reconozca que es apenas soportado por la mayoría. Que está ahí por una mezcla de casualidad y recursos para poder pagar las campañas electorales caras. Su primera tarea era mostrar sus cualidades de ejecutor, ser un gobernante transparente, distinto a sus inútiles, mediocres y corruptos predecesores. Lo está haciendo mal, sigue siendo apenas el menos malo entre dos pésimos.

Viendo los resultados del primer año de gobierno, sin duda la pregunta de por qué buscó la presidencia es más difícil de contestar. Es evidente que no solo él estaba poco preparado para enfrentar los problemas conocidos del país, sino que no tenía –ni tiene– equipo con quien gobernar. La improvisación, como siempre ha ocurrido con los electos, es la constante.

... el Gobierno pretende que la población acepte como logro una supuesta casa en orden que en la realidad se revienta...

La inacción y los pactos durante este año muestran la debilidad de Lasso. Siendo el primer elefante que se balancea en la telaraña de la gobernabilidad, a medida que suben los otros cuadrúpedos: Nebot, Correa y demás dueños de grupos políticos pequeños, se nota que no resiste mucho, se pasa claudicando: amnistías, Glas, impuestos, repartos, etc.

Las promesas de campaña sin cumplir se enfrentan con la mala comunicación de lo que sí hace… o tal vez ese es el problema: tiene tan poco que mostrar que falla otra vez al tratar de poner un relato. Por ejemplo, el de estas semanas: el gobierno pretende que la población acepte como logro una supuesta casa en orden que en la realidad se revienta por todos lados.

No debe haber persona ecuatoriana que mire a su alrededor y vea orden, al contrario, su sentir es cercano a la desolación por el desastre. Empeora esa sensación al oír a las autoridades que explican que el supuesto orden está en las finanzas públicas. La crítica a los gobiernos de derechas ha sido siempre su interés por números más que personas, al menos que no decoren las cifras. Lasso recibió un programa de entrega de fondos desde el FMI –firmado en el 2020– que ya había desembolsado dos tercios de los

$ 6.500 millones ofrecidos. Con ese dinero se está recuperando la caída del PIB de casi 9 puntos a un ritmo lento, este año ojalá llegue a 2,9. ¿Qué ordenó él?, apenas sigue limpiando polvos de la sala financiera. La máxima popular “de la macroeconomía no se come” es obvia.

Será imposible combatir los problemas acuciantes de seguridad, violencia, mala educación, ineficiente sistema de salud usando la caja fiscal de manera demagógica. Los peores problemas son estructurales, requieren políticas públicas de Estado, no del gobierno de turno. Si no logra pactar para eso, tal vez no llegue a 2025. Hay demasiados conspiradores fuertes, tendremos más pérdidas y desolación para el país. Hasta niños saben que la telaraña no aguanta tanto elefante. (O)