Tal parece que el presidente de la República está dispuesto a cruzar el Rubicón. Ha declarado una suerte de guerra contra lo que ha identificado como el triunvirato de la conspiración. Líderes de un estilo político que ha marcado las últimas décadas de la historia del país, una visión de la política que ha condenado al país a un perpetuo bloqueo, una actitud que ha llevado al Ecuador a su quiebra económica y moral. Una nación a la que se le robaron durante algo más de una década 70 mil millones de dólares, que pese a la más grande bonanza fiscal que tuvo durante su historia –gracias no a la gestión de sus gobernantes, sino al precio del petróleo– y que a pesar de eso apenas creció en promedio en el 3 %. Una sociedad que fue vendida al narcotráfico y donde una clase de nuevos ricos surgieron de la noche a la mañana gracias al dinero mal habido. Un país donde la mayoría de los políticos o no pagan impuestos o lo que pagan no guarda relación a su estilo de vida. Un país como ese, como el que hemos heredado, lleno de líderes chantajistas, vulgares y demagogos, embriagados de arrogancia; un país que está amarrado a carteles internacionales y que de paso tiene una constitución que es el plan de gobierno de una facción política, y no el marco dentro del cual diversas tendencias ideológicas puedan gobernar, como debe ser toda constitución, ese país requiere ciertamente una transformación profunda.

Pero no es fácil cruzar el Rubicón. El actual presidente no es el único que se lo ha propuesto. Ya otros lo han intentado. Y en el camino o no han ido muy lejos o fueron devorados por el enorme poder que ostentan nuestras mafias criollas o, simplemente, ante las complejidades del desafío, terminaron usando los tambores de guerra contra el sistema, como un mecanismo de negociación para salir airosos de crisis coyunturales. Nada de lo cual es reprochable, ciertamente. Es simplemente el reflejo de una realidad que la ha experimentado el país y que no puede ser olvidada. Cruzar el Rubicón no es, además, una tarea de un solo individuo o partido. Es en realidad una tarea de todos los ecuatorianos que están cansados de vivir en un país lleno de odios, de pobreza –de pobreza económica e intelectual– y de miedo, ecuatorianos que no desean seguir siendo gobernados por unas élites políticas tan insensibles e ignorantes, como las que nos han arrastrado en las últimas décadas. Pero cruzar el Rubicón tampoco significa hacerlo a ciegas. Varios son los caminos por donde puede hacérselo. Ni significa que para hacerlo debamos renunciar a nuestras libertades civiles, fundamentalmente la libertad de expresión, prensa e información, pues, la tarea de sepultar a las mafias que hoy andan asustadas y conspirando, no solo es una tarea colectiva, sino que es una tarea esencialmente democrática.

La grosera decisión de la comisión legislativa creada a dedo para investigar al presidente, de convocar a su familia, es una violación de la ley, una bajeza y muestra de su afán circense. Es más, pretender que el presidente de la República vaya a declarar ante ella es una burda violación del sistema presidencialista plasmado en la Constitución, que crea un nefasto precedente y que el presidente no debe convalidar en guarda del régimen democrático que debe defender. (O)