El triunfo de candidatos de tendencia libertaria en las recientes elecciones legislativas en Argentina ha puesto en evidencia un grave peligro. Muchos medios en todo el mundo ubican a estos ganadores en la “extrema derecha”, apelando al simplón esquema de clasificación política de “izquierda-derecha”. En este absurdo sistema, Hitler y Stalin, socialistas y tiránicos, terminan separados por todo el espectro político, cuando en la realidad eran asombrosamente parecidos. Angela Merkel resulta vecina de Mussolini y Ricardo Lagos de Mao, cuando en verdad, entre el presidente chileno y la canciller alemana hay tanta afinidad como entre los dos dictadores citados. Pero el dislate no lo es tal, es una herramienta mañosa impuesta por los analistas políticos marxistas, que dominan ampliamente su disciplina en todo el planeta, para arrumar en la vergonzosa “derecha” a todo el que no es socialista, única credencial para pertenecer a la “noble y generosa” izquierda. ¿Se comprende la trampa?

Existen liberales y socialistas, existen republicanos y autoritarios, esas sí son categorías sustantivas y no confortables epítetos propagandísticos. Hay que admitirlo, el libertarianismo sí es extremista, es en extremo republicano en el pensamiento político, es en extremo liberal en el campo económico y en materia moral. Está a favor de la máxima libertad en todos los aspectos. Por eso recibe palo de los conservadores. Por eso recibe palo de los social demócratas, como ocurre con un importante diario español, que es la hojita dominical de la corrección política latinoamericana y el principal difusor de este encasillamiento tramposo. Pero más peligroso aún es que se les adhieran incómodos compañeros de ruta, nazis y fascistas que consideran que ser libertario es simplemente ser anticomunista, aun cuando su credo es profundamente antiliberal. También están equivocados de tienda los trumpistas, pues su líder es proteccionista en economía y su principal programa político es alzar muros para acabar con la libertad de migración. Ya se demostró que el partido español Vox es fascista y tampoco elegible como aliado.

En los mítines libertarios han ondeado banderas amarillas con serpiente cascabel, que suelen verse en desfiles de los racistas norteamericanos. Bueno, en tales marchas también se ven muchas banderas de Estados Unidos, que no es precisamente un lábaro fascista. La bandera amarilla es un viejo símbolo del constitucionalismo y del gobierno limitado. Qué nazi, ¿no? Cierto, que en las concentraciones libertarias se vieron esvásticas portadas por jóvenes despistados. Javier Milei, el candidato libertario más carismático y votado, salió al paso explicando que “si hay alguien filo nazi acercándose a nuestro espacio, le diría que no entiende la naturaleza de nuestro movimiento... en muchos actos terminamos con la definición de liberalismo. Es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad”. Excelente síntesis para combatir el peligro de la desinformación que esparcen “amigos” y enemigos. (O)