No me refiero a la lamentable tragedia de la linda ciudad de Zaruma. Hay otro socavón que terminará hundiéndonos como sociedad si elegimos la inacción: la corrupción, la envidia, la hipocresía, la ingratitud, el culto a lo fatuo, a los disvalores, a la riqueza por la riqueza, a la figuración absurda; el “liderazgo” vacío de quienes creen que son mejores porque van al mayor número de cocteles, pero que no dicen ni pío a la hora de defender a sus agremiados; el “liderazgo” de la protesta irracional, etcétera. Estos problemas corroen a la sociedad. Son graves.

La ostentación de la riqueza en redes sociales es un sinsentido, pero cuando además es injustificable esa riqueza por el nivel de ingresos formales del ostentador, es ofensiva para los honrados. El joven que pide a su papá que le compre un carro lujoso como el que tiene su amigo vecino cuyo padre trabaja en una entidad pública plantea una situación lamentable para el padre requerido correcto, que trabaja honrada e intensamente en otra institución pública, luchando siempre por ponerse al día de tanto trabajo.

Hemos llegado, como dice Carlos Palacios, a invertir los valores y no solo a trastocarlos. La obsesión por la riqueza a cualquier precio es una barbaridad moral que lamentablemente se va acentuando con el paso del tiempo. Esa obsesión puede ser una de las razones por las cuales ha crecido tanto la delincuencia. Es muy triste tener que ver a cualquier pelagato que llega, sin dinero, a trabajar en una entidad de control en contratación pública y verlo luego convertido en nuevo rico, con un tren de vida injustificable. En este prestigioso Diario se publicó el 27 de diciembre de 2021 un reportaje al presidente del IESS, quien afirmó, entre otros: “… Aquí se han creado ‘minirreinos’. Estas mafias están en compras públicas (…), así de claro. El desabastecimiento que recibí fue hecho a propósito, porque es más rentable comprar a través de compras ínfimas o de subastas y no a través de compras descentralizadas”. ¡Trabajo para la Fiscalía!

Sobre la ingratitud debo decir que es una actitud sin tiempo y dañina. Hay por ahí personas que surgieron gracias al apoyo de una mano amiga, a la cual luego ni miran o desconocen.

Estas inconductas constituyen un socavón que en algún momento estallará si continuamos en inacción. Si bien hay que describir estos problemas, lo de fondo no es el lamento sino el cambio. Voltear la página y esforzarnos por surgir decentemente o por resurgir sobre la base de convicciones nobles, de trabajo honrado y constante. Aquí juegan un rol estelar los maestros y maestras. Hay que sembrar en los niños, niñas y adolescentes la cultura del bien, de la lucha ética por nuestras convicciones e ideales, hay que enseñarles a valorar lo verdadero, lo permanente, la gratitud; lo lindo que es una familia unida, el paisaje, el amor, la nobleza, el querer a las mascotas.

Hay que concientizar a la sociedad que la lucha por los ideales nobles siempre vale la pena. Que los ideales no son algo etéreo. Que hay que determinarles una ruta para poder lograrlos. Y que la vida sin espiritualidad es una vida incompleta.

¡Feliz 2022! (O)