Había visto en más de una ocasión huracanes, pero en películas o en las noticias, nunca en persona. Sin embargo, hace unos días tuve la oportunidad de estar en el trayecto de un huracán. No hablo de vientos de más de 200 km/h, ni de uno categoría 6 en la escala Saffir-Simpson, este del que hablo fue uno poco intenso pero interesante. Más que vientos, este huracán trajo consigo lluvias torrenciales y eso ocasionó muchos estragos. Aun así, no dejé de pensar en su significado y desear que al igual que a Dorothy y su perrito Toto, el tornado me levantase, llevándome a la mágica tierra de Oz, o a la isla de Córcega, también.

Los huracanes, ciclones o tifones obtienen su clasificación y nombre según el lugar donde se formen. Por ejemplo, en el Atlántico y al este del Pacífico se llaman huracanes, pero si están del lado Pacífico occidental se les llama tifón. Existen ciertas características meteorológicas para que estos se formen. Una de ellas, es un alza en la temperatura superficial del océano, lo que ocasiona más evaporación de agua y, por ende, más nubes. Se necesitan también una baja en la presión atmosférica y mucha humedad en el ambiente para alimentar estas nubes: ese ascenso de aire caliente es lo que hace girar al huracán. Básicamente, el huracán se alimenta del calor y la humedad y actúa como un gigante que va ‘estropeando’ todo a su paso. Si imaginamos la línea del Ecuador, podemos visualizar un gigante “nuboso” girando en el sentido de las agujas del reloj al sur de la línea, y girando en sentido contrario a las agujas del reloj, al norte de la línea.

... el recoger una tapa de botella o una pequeña basura en la calle podría estar salvando a mucha vida marina.

A medida que los vientos van aumentando su velocidad y el gigante sigue girando, la baja de presión en su centro crea una especie de vacío y ese vacío circular es el ojo del huracán. Paradójicamente, en el ojo es el lugar más tranquilo y calmo. A medida que los vientos caóticos tienen sus altibajos y revolotean todo a su alrededor, su centro se mantiene despejado y sereno. Incluso rodeando al ojo se encuentra la pared que es la zona más peligrosa del huracán y ahí se encuentra el aire más denso. Entre las consecuencias de estos gigantes están las fuertes lluvias que traen consigo, las elevadas olas que se forman y claro, los fuertes vientos.

Reflexionando sobre estos fenómenos atmosféricos pienso mucho en la sensibilidad del sistema vivo en el que habitamos. Pienso también en la teoría del caos y el efecto mariposa, el cual propone que todo está interconectado e incluso una mínima alteración en algún evento natural, por más trivial que parezca, puede tener consecuencias inimaginables.

Es así como el aleteo de una mariposa en un extremo del planeta puede ocasionar grandes vientos e incluso formar un huracán al otro lado del planeta. Si lo vemos de este modo y lo llevamos a nuestra vida diaria, podríamos decir que el recoger una tapa de botella o una pequeña basura en la calle podría estar salvando a mucha vida marina. Sin duda es un cambio de perspectiva y de hábitos, si pensamos que todo aquello que realizamos tiene consecuencias indirectas inmensas –como efecto dominó– pienso que seríamos más conscientes de cada una de nuestras acciones. (O)