Los conductores de la máquina de demolición instalada en la Asamblea tienen razones para estar optimistas. Para comenzar, en el momento de escribir esta columna, en la mañana del viernes, parece ganar terreno la propuesta del archivo de la ley económica enviada por el presidente de la República con carácter de urgente. Al correísmo, que es el operador de ese aparato, ya se sumaron la totalidad de la bancada de Pachakutik (no solo los que siguen la línea de Iza, como venía ocurriendo hasta ahora) y algunos asambleístas de la Izquierda Democrática. Unos y otros se cubren con un discurso de izquierda anquilosada, claramente insuficiente para esconder su ingenuidad, su ceguera, su oportunismo y su incapacidad. Si consiguen los votos necesarios, cerrarán la posibilidad de debatir y perfeccionar la propuesta presidencial, como corresponde a cualquier parlamento responsable.

Otro paso en la operación demoledora se concretaría con la derogación de la ley tributaria que, gracias al pacto inconfesable, entró en vigencia automáticamente por ausencia de pronunciamiento de los legisladores. Ahora, cuando no pudieron obtener lo que buscaban, dan marcha atrás y, con una confusa interpretación de las normas, deciden dejarla sin efecto. El objetivo inmediato es lavar su propia cara, que se embarró cuando miraron hacia otro lado y dejaron pasar la ley. Esto cuenta mucho frente a la parte de su militancia que la consideró una traición. Para lograrlo esperan contar nuevamente –y es probable que efectivamente cuenten– con los votos de los que caen bobamente en la red del discurso anquilosado.

Si se concretan ambos pasos –a los que se suma lo que puede ocurrir con el Consejo de Participación Ciudadana–, habrán caminado firmemente hacia el objetivo central, que es golpearle al Gobierno debajo de su línea de flotación. Sin ambas leyes se quedaría sin programa económico y tendría que recurrir a la disolución de la Asamblea por medio de la famosa muerte cruzada. Ese es el punto al que quieren llegar, ya que es la manera de tensar la cuerda, polarizar la situación y configurar la elección presidencial y legislativa como una confrontación binaria, como lo hicieron cuando gobernaron, no solo en el campo electoral, sino en general. Los otros partidos, comenzando por los que en estos días están dispuestos a entregar sus votos para cercar al Gobierno, podrán sentarse al margen de la contienda a rumiar sus errores. Cuando los electores puedan optar por el original y no por la copia, Pachakutik y la ID comprobarán que no es posible repetir los resultados favorables de la última elección.

Ambos partidos están frente a un caso típico del dilema que obliga a escoger entre dos males. La solución consiste en identificar claramente cuál de ellos es el mayor, el que más daño les causaría a ellos, y así poder evitarlo. En este caso, quedan pocas dudas al respecto. El mal mayor para las dos agrupaciones sería contribuir a la victoria de quien las persiguió y que, además, se llevaría todas las glorias. Los dos partidos ya se han ganado la imagen de peones –útiles pero desechables– en la empresa de demolición. Es poco probable que estén dispuestos a cambiarla, pero si se detienen a pensar un poco quizás comprendan lo que está en juego. (O)