El buen liderazgo exige nobleza, altruismo, sacrificio por las causas justas, firmeza, visión de conjunto, análisis cualitativo de la realidad y de las perspectivas. Es incompatible con la temeridad, con la instigación para delinquir, con el abuso respecto de quienes por su extrema necesidad son fáciles presas de la demagogia. El líder se entrega y lucha. No busca enriquecerse sino enriquecer la vida de los demás. Procura sembrar ideales nobles, iluminar senderos positivos y de largo plazo; guía indefectiblemente hacia el bien común. Busca orientar el ímpetu de la juventud para que sea ésta la que coseche sus frutos. El buen líder quiere multiplicar sus virtudes y minimizar sus defectos para que sus seguidores enfrenten mejor la vida. ¿Visualizamos esto en nuestra vida cotidiana? Evidentemente no. Y justo por ello urge el surgimiento de líderes que privilegien el interés general. La ruta es difícil pero hay que emprenderla y sostenerla desde los más variados sectores. De no ser así continuaremos viendo en la televisión amenazas públicas y absurdas, incompatibles con un Estado de derechos y justicia. La proclamación de la barbarie a título de liderazgo y la gala de poder son condenables, sea que provengan de las minorías o de las mayorías. La lucha por los derechos será gratificante en la medida en que refleje noblezas, no manipulaciones. Hay que ser honestos. La honestidad es un valor en sí mismo, al cual nunca debemos renunciar. Hay que luchar sin devaneos y con convicciones. Éstas se construyen, no se compran ni se venden. Sociedad en la cual sus líderes transmiten mensajes de bajeza y estimulantes de la inmoralidad es digna de lástima. El Ecuador ha trazado ya algunas líneas claras sobre su destino. Tenemos una ruta clara en materia petrolera: aumentar la producción sobre la base de medidas específicas. Sabemos ya a dónde quiere ir el gobierno en materia minera. ¿Esos caminos implican la regresión de algún derecho? No. ¿Afectan el interés general? No. ¿Suponen aplastar el ambiente? No si es que se maximiza cualitativamente y con la mejor tecnología la protección ambiental. ¿Estimula el desarrollo económico y social? Sí. ¿El desarrollo económico es compatible con la protección ambiental? Sí. Desarrollo económico, desarrollo social y protección ambiental son los tres elementos del desarrollo sostenible. ¿Merecen el desarrollo petrolero y el desarrollo minero el rechazo de la sociedad? No. Pero sí exige un seguimiento estricto, serio y profesional para que se minimicen los efectos ambientales y no se afecten a las comunidades indígenas pertinentes, las cuales, por cierto, tienen protección constitucional. El gobierno está demostrando firmeza y rechazo a las señales temerarias. Todos nos congratulamos por ello. Esa firmeza no debe superar las fronteras del Derecho, claro está. Pero ciertamente es irrenunciable. Los mensajes están llegando bien: autoridad, inversión, seguridad jurídica, desarrollo petrolero y minero con alta dosis de responsabilidad ambiental. No es alabanza. Es justicia. Mi ser rechaza a los acomodaticios, amigos de todos, pero en el fondo amigos de ninguno. (O)