Cargaba dos paquetes medianos voluminosos, pero no pesados. Entraban en los casilleros que ponen a disposición del público en los supermercados. Pero los casilleros no tenían llave, se habían perdido, así que me dijeron que no los pusiera allí. El guardia se ofreció a sellar los paquetes y los puso en una carretilla. Pero no podía dejar la carretilla a su cuidado. Porque podían robar… Quedaba poco espacio para colocar compras de quince días. A partir de ese momento comenzó el periplo de dónde poner los paquetes. La falta de iniciativa y un poco de creatividad me dejaron estupefacta. Cualquiera fuera la edad o el cargo. Desde el ayudante hasta la jefa de mercadeo, la primera palabra que dijeron antes de esbozar alguna posible solución fue: No. No los podemos cuidar, se los pueden llevar, dicho en todos los tonos y de todas las maneras. Les pregunté si temían que entraran sicarios o gente armada a disparar, porque pintaban una película de desconfianza y miedo. No me quedó otra cosa que regresarme a la casa sin comprar, porque no se les ocurrió cómo resolver un problema sencillo.

Si me extiendo en un hecho anecdótico es porque me parece una muestra de la incapacidad de encontrar soluciones nuevas a problemas viejos. Nunca se ha hecho de otra manera. La repetición de la repetición hasta que a alguien se le ocurra romper esquemas y prisiones mentales. Lo mismo se puede constatar, sobre todo en el servicio público, cuando los funcionarios se convierten en autómatas que realizan lo mismo siempre de la misma manera y tienen temor de una pequeña innovación. Así pude contar los 25 pasos que hay que dar en algunas instituciones para lograr una firma en un documento. Y presionar para que no quede debajo de una ruma de otros oficios que corrieron igual suerte.

Y comparaba con un improvisado titiritero en la avenida Francisco de Orellana que había armado dos muñecos amarrados a unos tubos que se movían al ritmo de su cuerpo mientras bailaba al son de canciones que salían de un altoparlante. Todo un teatro móvil en los pocos minutos del cambio de luz en los semáforos, una creatividad avasallante.

La rutina y la creatividad.

Einstein sostenía que ningún problema importante se puede resolver desde el mismo nivel de pensamiento que lo generó. Porque justamente se plantea siempre de la misma manera y por lo tanto los errores que se cometen son los mismos. El 9 de junio falleció Edward de Bono, el creador del concepto del pensamiento lateral. De Bono enseñaba que la creatividad se aprende, se educa, se cultiva.

Ecuador necesita gente creativa, que no siempre se traduce por gente joven.

Necesitamos reinventarnos como país, se requieren resiliencia y elasticidad en un mundo cambiante sometido a cambios vertiginosos, crisis sistémicas, pandemias globales. En nuestra realidad debemos agregar crisis económica, inseguridad, corrupción. Se requieren prudencia y osadía para hacer frente a las crisis sociales que nos agobian.

La tarea de construcción tiene que ver con la capacidad de resolver problemas, tomar decisiones, aprender de los errores, enfrentar obstáculos, formar equipos, sumar habilidades, aceptar límites, romper moldes estrechos, asumir riesgos controlables.

Construir puertas donde solo vemos muros. (O)