Es el reto que cuatro bloques mayoritarios de la Asamblea han lanzado al presidente de la República para que este convoque a una consulta popular sobre su proyecto de Ley de Creación de Oportunidades. Esos legisladores pudieron simplemente tramitar el proyecto y negarlo; contaban con la mayoría necesaria para hacerlo, y todo habría concluido, en ese nivel. Pero no, querían salir a una campaña que suponen los beneficiaría popular y electoralmente. Para su propósito, le encargaron al CAL (Consejo de Administración Legislativa) que devolviera el proyecto al Ejecutivo, atribuyéndose una facultad que no tiene, la de calificar la constitucionalidad del proyecto; y cinco admirados tratadistas del derecho constitucional cumplieron el encargo, devolvieron el proyecto, y sumieron al país en una crisis que no sabemos cómo terminará. El retado, el presidente, puede declinar el reto, porque la consulta popular es facultad suya, no de la Asamblea, o, como el retado a duelo escoge las armas, puede disolver la Asamblea, gobernar por decreto y abrir paso a elecciones generales; todo bajo la institución prevista por la Constitución, vulgarmente llamada de la muerte cruzada. Podría, también, el presidente, impugnar ante la Corte Constitucional la devolución del proyecto hecha por el CAL; adicionalmente, podría considerar nula la resolución del CAL y, por no haber habido pronunciamiento de la Asamblea, declarar, en 30 días, que el proyecto ha entrado en vigencia por el ministerio de la ley y publicarlo en el Registro Oficial, con lo que se abriría un periodo de impugnaciones, interpelaciones, amenazas de destituciones, y qué sé yo qué más. Con el actual sistema, en el que se eligen legisladores junto con la elección presidencial de primera vuelta, la Asamblea continuará siendo una colcha de retazos con la que ningún gobierno futuro podrá desarrollar políticas estables y serias. En el caso que vivimos, se han unido cuatro bloques antagónicos entre sí. Stefan Zweig decía con sorna que cuando el perro y el gato se unen siempre es contra el cocinero. Por la estabilidad del Ecuador, hay que volver al sistema de 1978 y elegir a los asambleístas junto con la elección presidencial de segunda vuelta. Si así hubiera ocurrido hoy, no tendríamos una Asamblea desequilibrada en la que el presidente cuenta con un minibloque de menos del diez por ciento del total y lo superan en número cada uno de los cuatro bloques que hoy le desafían a una consulta popular. Si el presidente resolviera disolver la Asamblea, en la elección siguiente obtendría un numeroso bloque, y se debilitarían los de los opositores. Puede luego llamar a una consulta popular para derogar la Constitución de Montecristi, que fue aprobada por consulta popular, y quede en vigencia la de 1998, actualizada, como propone Simón Espinosa. Por preguntas específicas, se incorporarían reformas a la de 1998, como la sugerida más arriba. Si el presidente adoptara este camino, deberá llamar a una concentración nacional distinta a la partidocracia que hoy impera. Recuerdo lo dicho por el general Dumouriez: “La temeridad es la prudencia de los momentos de peligro”, y, en Valmy, derrotó al enemigo tres veces superior en número. Hay que recoger el guante. (O)