A un pueblo azotado por tantos sufrimientos, un solo triunfo le trajo alegría y, con ella, unidad; dejando todo a un lado, aficionados o no a este deporte, se reunieron alrededor de televisiones y radios, pendientes de cada jugada, casi sin respirar, anhelantes del triunfo del equipo nacional. La Selección se ha ganado la admiración de la gente. Por un día, quizá más, ojalá más, muchos más, se olvidaron las penas, se disiparon los rencores, los odios, los enfrentamientos, las divisiones, al menos en la generalidad de la población, no en la clase política. El pueblo ecuatoriano a lo largo de su historia ha encontrado grandes causas por las cuales luchar; la última, la más trascendente, fue la defensa de la integridad territorial ante la invasión peruana de 1941. Hoy debería haber un acuerdo de todos para enfrentar a esta maldición del crimen internacional organizado que está acabando con la paz social y nos hace sentir como si estuviéramos caminando sobre un campo minado; nada es seguro al movilizarnos; en cualquier lugar, en la calle y en las casas podemos ser asaltados; los padres sienten terror de enviar sus hijos a la escuela y muchos los retienen en casa a pesar de la decisión gubernamental. Es obvio que hace falta una nueva política internacional antidrogas; la actual, impuesta por los Estados Unidos, ha fracasado, como se lo ha dicho enfáticamente Gustavo Petro, el presidente de Colombia, al secretario de Estado norteamericano. Han hablado el principal productor y el principal consumidor. Los demás somos víctimas.

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Mientras tanto, la clase política ha estado muy activa y lo que tenía que pasar, pasó. La Asamblea Nacional, la mayoría opositora, destituyó a cuatro miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, con lo que le queda el campo abierto para la designación de las autoridades de control, como la de contralor general, la prenda más codiciada. Y esto ha ocurrido ante un aparente letargo, inacción, casi resignación, del Gobierno; este tramita una consulta popular para quitar al dicho Consejo la función de designar a los titulares de los organismos de control, pero, aun si eso se materializa, en el entretanto ya todo estará decidido. Hasta aquí la disputa ha sido por el dominio del Consejo, no por su supresión, como muchos ciudadanos hemos planteado. El presidente pudo evitarse todo esto disolviendo la Asamblea Nacional, como lo hemos dicho desde el inicio de su mandato, pero hoy sería demasiado tarde; se perdió la iniciativa en la acción. Tal vez se podría recuperarla cambiando los términos de la anunciada consulta popular proponiendo la derogatoria de la Constitución de 2008, la de Montecristi, causa de los males que vivimos, y quede vigente la de 1998, actualizada. Hasta aquí, los autores de la Constitución de Montecristi se han salido con la suya al mantenerla vigente y se impondrán con ella y su sólida mayoría sobre cualquier política del Gobierno que no sea de su conveniencia. La destitución de los vocales del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social ha cambiado el balance de poder entre Gobierno y Asamblea, en favor de esta última. (O)