Los fabricantes chinos están preocupados. Sus bodegas están abarrotadas de productos que tienen que embarcar para que lleguen a tiempo a sus destinos para Navidad, pero no consiguen contenedores. “Cada contenedor me cuesta $ 20.000 y hay entre dos y tres meses de espera”, dice un industrial de Ningbo, el cuarto mayor puerto del mundo. Esa crisis de contenedores, como se la denomina, no se debe a que faltan contenedores. Las principales fábricas están en la China, y trabajan 24 horas. Eso sí, su costo es mayor, porque esas fábricas también sufren retardo en recibir materias primas. El problema es logístico. La pandemia desarticuló el sistema de transporte y distribución mundial que funcionaba como reloj suizo. Ahora es menos eficiente, lo que significa que se necesitan más buques, más contenedores y más terminales portuarios para movilizar la misma carga que antes. En agosto, las autoridades chinas detectaron un caso de coronavirus en Ningbo, y cerraron el puerto.

Mientras tanto, hay una explosión de consumo, luego de la austeridad durante la pandemia. Long Beach y San Pedro, los puertos de Los Ángeles por donde entran las mercaderías chinas a EE. UU., están congestionados. El miércoles, 60 naves guardaban turno para desembarcar, la espera promedio es 6 días, antes era 2. Naves y contenedores están parqueados en lugar de estar en movimiento. Se calcula que en promedio, en el mundo se ha cuadruplicado el costo de fletes. Los buques que descargan en Los Ángeles llevan de vuelta sobre todo chatarra y desperdicios, y como la congestión ha disparado los fletes, ya no se justifica despachar esa mercadería de poco valor. Los buques regresan a China sin carga y no siempre regresan los contenedores vacíos, que se acumulan en los puertos del Pacífico estadounidense. Hay un incremento interanual de 60 % de contenedores vacíos en Los Ángeles.

Como el tráfico entre China y la costa del Pacífico de EE. UU. es el más importante, sus problemas significan que se descuidan las otras rutas, entre esas la de China con Europa y con la costa del Pacífico de Sudamérica, o sea nosotros.

Con el incremento del comercio por las festividades, la situación se pondrá peor. Las perchas se vaciarán y los almacenes no podrán reabastecerlas a tiempo. Nada Sanders, profesora de la gestión de la cadena de suministro de la Universidad Northeastern, dice: “Recomiendo que empiecen ayer a hacer sus compras de Navidad”. El coronavirus se robó la Navidad.

El proyecto de Ley de Creación de Oportunidades, que busca mediante un solo cuerpo legal modernizar el marco regulatorio y así impulsar la economía y crear empleo, incluye una cláusula en materia portuaria, que es extraño al objetivo de la ley. Guayaquil está bien servida con una gran gama de terminales portuarias, pero la ley propone reducir la competencia, lo cual implica aumento de costos. Dispone cerrar los puertos privados en 5 años, salvo que renuncien a servir a terceros, y en esos 5 años gravarlos con una tasa equivalente al 10 % de las ventas.

Dole, la principal exportadora de banano, estaría en la disyuntiva de tener que negarle el servicio a otros exportadores, o cerrar Bananapuerto. No entendemos cómo eso contribuye a fomentar las exportaciones y crear oportunidades a los productores bananeros. (O)