Según la leyenda, los atenienses conservaron el barco en el que Teseo y sus amigos regresaron a Atenas después de sus aventuras. Cada cierto tiempo se hacía necesario reemplazar una de las piezas del barco por otra. Después de cien años, el barco no tenía ninguna de sus piezas originales porque todas habían sido sustituidas. La pregunta era, entonces, si el barco de Teseo seguía siendo el mismo o si se trataba de un barco distinto.

El problema de la identidad, que la leyenda del barco Teseo ilustra, fascinó a los primeros filósofos. Si una cosa se altera con el tiempo, ¿puede seguir siendo la misma?, ¿o se trata, más bien, de otra cosa distinta? Sabemos que Heráclito contestó que las cosas están en constante cambio y no son iguales. Nadie se baña dos veces en un mismo río, porque ni uno ni el río son los mismos. Parménides pensaba, por el contrario, que las cosas no cambian. Las cosas son inmutables, porque todo lo que es no puede no ser.

Platón resolvió el problema. Ni Heráclito ni Parménides tenían razón. Lo que ocurre, pensaba Platón, es que existen dos mundos. Hay un mundo abstracto donde residen las ideas. Un mundo perfecto que no está sujeto a cambios físicos. Y hay otro mundo que es el mundo de los sentidos. Un mundo que es solo un reflejo imperfecto de las ideas y que está sujeto a cambios físicos.

Se puede ver a este país y pensar en el barco de Teseo. El Ecuador en el que yo crecí era una cosa bastante diferente al Ecuador de estos días. Con todos sus defectos, hace veinte años eran impensables los niveles de violencia y de sadismo que vemos a diario. Hoy es prácticamente imposible terminar de ver un noticiero sin el profundo convencimiento de que el final de los tiempos está cerca. La maldad, en la forma de los millones de dólares que mueve el tráfico de narcóticos, de la delincuencia organizada y del terrorismo ha llegado para hacer cambios profundos y fundamentales en nuestra sociedad. El Ecuador es, simplemente, otro país.

La manera en que los grandes países han superado sus crisis se parece mucho a la teoría de las formas de Platón. Las personas de esos países asientan sus acciones en el mundo de los problemas sobre ideas que permiten identificarlos y unificarlos y que están por fuera de ese mundo. Los romanos, por ejemplo, construyeron su imperio sobre la base de senatus y populus, la idea de una civilización en medio de la barbarie. Y, ya en tiempos actuales, Estados Unidos es, por sobre todo, una idea. The land of the free and the home of the brave. La idea de libertad y de unidad en la diversidad, sobre la que se edificó la más grandiosa nación de la historia de nuestra especie.

Uno debe aplaudir el coraje con el que las actuales autoridades en Ecuador han decidido enfrentar a la maldad. Lo fácil hubiera sido ver para otro lado. Pero ese enfrentamiento debe involucrarnos a todos y asentarse en una idea de país. Si el presidente Guillermo Lasso puede legarle algo al país y ayudar a hacer flotar a este barco que parece destinado al naufragio, debería ser, precisamente, eso: una idea que sirva para identificar y unificar a los ecuatorianos de bien. (O)