La invasión de Rusia a Ucrania, lamentable desde cualquier perspectiva, y con justa razón rechazada a nivel mundial, tiene efectos graves alrededor del mundo, incluso para aquellos que creíamos que estábamos relativamente a salvo en un pequeño país latinoamericano como el nuestro. No es el caso.

Si desde el punto de vista bélico no es un tema de preocupación, sí lo es desde la óptica económica, sobre todo en lo que respecta al comercio exterior. Todo esto debido a las restricciones y la complejidad que implica comerciar con territorios en guerra, así como las sanciones corporativas y financieras que han caído sobre Rusia, quien junto con Ucrania son compradores de una cuarta parte de la producción de banano ecuatoriano, es decir, alrededor de 1,8 millones de cajas semanales, según datos de Favorita Bananas.

Los productores y exportadores de todos los tamaños estamos aterrados al ver que esta situación se ha traducido en una sobreoferta hacia los otros lugares de destino, y aquello implica una caída tan pronunciada en los precios de venta que incluso no llega a cubrir los costos de producción. En medio de esta desesperación, vimos hace unos días cómo unos compañeros productores bloquearon las vías en señal de protesta, gesto que entiendo pero que no comparto porque se aleja de una solución sostenible, pero le temen a la bancarrota, a no poder cumplir con sus obligaciones adquiridas con empleados, bancos, proveedores, etcétera.

Es importante no confiarnos y creer que esto se solucionará automáticamente y en el corto plazo. La realidad es que podría durar varios años y dejar secuelas severas. Hay que tomar decisiones ahora, y aunque los principales llamados a reinventarnos somos los empresarios, es fundamental recibir la mayor cantidad de apoyo público y de la academia. Es momento de acelerar los acuerdos comerciales en proceso. Necesitamos que el banano pueda ingresar sin aranceles a la mayor cantidad de destinos, también reducir o exonerarnos de impuestos y aranceles locales, disminuyendo así los costos de operación y poder ser más competitivos. O por lo menos lograr un aplazamiento en los pagos de estos, para mejorar la liquidez. Del mismo modo, también se pueden establecer mecanismos normativos para facilitar o destrabar la colaboración empresa-universidad y que puedan surgir proyectos de transformación de materia prima, y acelerar los procesos de industrialización a través de la innovación. Esto se puede materializar de la mano de la Espol, que con el liderazgo de Cecilia Paredes tienen las puertas abiertas y el recurso científico para lograrlo.

La exportación de banano es la segunda actividad más importante en el comercio exterior no petrolero del país. El año pasado este rubro representó cerca de $ 3.500 millones, lo que significa empleo y desarrollo, que hoy se ven amenazados. Favorita Bananas estima que se afectarían 50.000 empleos directos y 250.000 indirectos. Pensemos en esas familias y lo dramático que es perder una fuente de ingresos, y más aún en el contexto de las carencias y necesidades del sector rural. Ecuador sanará, pero debemos apoyarnos entre todos. (O)