¡El avión, el avión!..., exclamaba Tattoo al llegar la nave con pasajeros ansiosos de cumplir sus fantasías en la mágica isla de los años 80; así como muchos ecuatorianos esperan lo prometido en la turbulenta nave del encuentro. El impase con Colombia por la venta del avión presidencial es la punta del iceberg de un gobierno descoordinado, acorralado por promesas incumplidas, pugna de poderes, crisis económica e ineptitudes, donde la macroeconomía ordena la casa y sus moradores acusan miseria. Aseguran recuperar el empleo, y el desempleo campea. Crece la inseguridad; regresa el viacrucis al Registro Civil; hay centros educativos defectuosos; falta de docentes; caos en hospitales por turnos y medicamentos; y afirman que todo está encaminado. Como si se viviera dos universos paralelos: el país de la fantasía, de 350.000 plazas de trabajo, prósperas “microempresas” de corviches y jugos; y el real, de miedo, desilusión, supervivencia en una nación en picada y un estado más fallido.

Que pasó lo peor de la tormenta, las turbinas están reparadas y “la nave” alista el despegue –afirma el presidente–...

Los ciudadanos sufren ineficiencias, falta de gestión, mala atención pública, carestías, recordando tiempos pasados. Muchos exclaman “¡una década atrás estábamos mejor!”: sin caos en hospitales, desorden ni tramitadores; con centros educativos operativos y docentes suficientes. La seguridad y el empleo mostraban otra cara. Verdad irrefutable; pero todo no fue color de rosas. No se pretende el regreso de acciones negativas, solo reconocer aquello que reflejaba otra realidad y retrocedimos los últimos años. El vicepresidente Alfredo Borrero indica que no pueden seguir echando la culpa a otros a un año de gestión, cuando el sistema de salud continúa enfermo y urgen acciones para dar respuestas concretas a los pacientes.

Un año es suficiente para demostrar la capacidad de dirección, preparación y estrategias aseguradas en campaña y generar confianza en la ciudadanía. El Gobierno no lo ha logrado. Para la gente con hambre y desesperanza ese tiempo es una eternidad. Ejecutivo, Legislativo y demás poderes del Estado se enfrascaron en rencillas infructuosas, en vez de trabajar por soluciones inmediatas a las necesidades ciudadanas; cumplir promesas de empleo, salud, educación, vivienda, seguridad, del agro, jubilados, etcétera.

Tal pareciera que el presidente Guillermo Lasso continúa en campaña. El pueblo no aguanta más promesas; quiere percibir las mejoras ya. Hay buena recaudación fiscal, ingresos por el petróleo, préstamos internacionales; inviertan lo necesario en las demandas urgentes que clama la sociedad; resuelvan las problemáticas de medicamentos, profesores, seguridad, falta de médicos, cupo en las universidades, de tanto profesional con su título bajo el brazo; implementen más estrategias para la inversión privada sin esas recetas insensibles del FMI. Que pasó lo peor de la tormenta, las turbinas están reparadas y “la nave” alista el despegue –afirma el presidente-; pero la calle desconfía del piloto. Muchos arrepentidos piensan haber abordado el avión equivocado. Los gremios se organizan, ronda la revocatoria. ¿El Gobierno rectificará su rumbo frente a peligrosos nubarrones?; ¿tendrá respaldo político en caso de amotinamiento en pleno vuelo? (O)