El arte de gobernar requiere saber equilibrar entre el largo plazo y el corto plazo, la estructura con la coyuntura, la táctica con la estrategia, las urgencias con lo importante, las victorias tempranas vs. victorias lejanas, la macroeconomía con la microeconomía, lo global vs. lo local, arreglar la casa vs. generar bienestar social, entre el proyecto que se tiene y los intereses de los públicos objetivos a quienes uno se debe; es buscar una intersección inteligente y creativa para avanzar sin claudicar en la visión y en los principios. Y ser capaz de superar la tiranía de los dilemas, liberarse ágilmente de aquellas disyuntivas que son fruto de distintos valores, formas de pensar, educación y realidades de vida.

Gobernar con éxito necesita del ‘pensamiento integrador’, habilidad clave para salir adelante en democracia.

Gobernar empieza por tener la capacidad de escuchar y tener una mente “oponible”, como lo propuso Roger Martin, exdecano de la Escuela Rotman de Administración de la Universidad de Toronto, a principios del siglo XXI, para integrar ideas distintas y muchas veces contradictorias en soluciones nuevas y potentes. Lo vemos hoy en todos los espacios: para superar endiablados y complejos retos que parecen no tener solución se requiere de una nueva forma de llevar el timón, una forma de pensar y una metodología para integrar las ventajas de una solución sin renunciar a las ventajas derivadas de otra solución alternativa.

El pensamiento integrador no implica renunciar a los valores propios, menos imponerlos; implica, eso sí, concentrarnos en los problemas reales y sus causas, quitando la bruma ocasionada por las emociones negativas, las posiciones arraigadas y los egos desmedidos, que desvían la atención hacia cosas insustanciales. El pensamiento integrador implica ver a las organizaciones como un “ecosistema de valor”, donde todos puedan “ganar” en un marco de respeto mutuo.

¿Cómo considerar opciones de manera que ello conduzca a nuevas posibilidades y no, simplemente, a un retorno a las mismas alternativas inadecuadas? Enfocarse en lo relevante buscando lo menos obvio, analizar la causalidad considerando las múltiples relaciones, ver los problemas como un todo examinando cómo las decisiones se afectan entre sí y resolver creativamente, a través del diálogo honesto, las tensiones entre ideas opuestas.

El gran reto de convivencia hoy, no solo en el país, en todos los espacios, como son la familia, la empresa, las universidades, entre otros, es avanzar considerando los poderes, los derechos y los intereses de otros. Gobernar no es solo administrar los recursos y tomar decisiones más convenientes desde la técnica; va mucho más allá. Gobernar con éxito necesita del pensamiento integrador, habilidad clave para salir adelante en democracia en un país complejo y diverso como el Ecuador.

Dada la coyuntura, retomo el tema central de una columna que escribí el diez de marzo del 2021 en este espacio, y lo vuelvo a proponer. La oportunidad y el desafío de la gobernabilidad lo amerita. Ya lo dijo Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”; de ahí que, para superar las paralizaciones y la conflictividad, gobernantes y gobernados tenemos el deber de encontrar otros caminos más sostenibles para la sociedad ecuatoriana. Empecemos por pensar de manera integradora. (O)