Cuando una noche cercana a Navidad llegué de paso a Innsbruck, en los Alpes austriacos, todo mi ser se conmovió. Era como respirar el alma de la ciudad, una experiencia espiritual que me conmovió, me conectó con Dios de una manera que me sobrecogió.

Estando en Viena, sin conocer ni entender el idioma, al pasar por un edificio expresé que sentía una profunda tristeza, aquí murió Mozart me dijeron. En otro lugar no quería pasar por la vereda, lo encontraba sombrío, lúgubre. Aquí funcionó la Gestapo me informaron.

¿Quiénes son la cara humana de la ética? ¿Quiénes son nuestro motivo de orgullo y de resiliencia?

Esos recuerdos me acompañan y muchos otros similares que me convencen de que las ciudades, los países tienen alma, ese no sé qué que las hace ser lo que son, vibrar con alegría o alejarnos por sus misterios oscuros.

Jesús oró por Jerusalén y se dolió por ella, no solo por sus habitantes sino la ciudad como un todo.

¿Cuál es el alma del Ecuador? Este país con muchos países, sus ciudades con muchas ciudades, sus habitantes con múltiples culturas, sus soberbios paisajes y sus múltiples problemas.

Ahora que muchos aspiran a partir para buscar a sus familias un lugar mejor para amar, trabajar, descansar, ¿qué hace que otros no quieren hacerlo a pesar de la inseguridad que paraliza y la incertidumbre que desasosiega?

Los deportistas flamean con orgullo la bandera del Ecuador, Richard Carapaz nos representa a todos, nos alegra y nos hace sufrir, sus triunfos enorgullecen “somos todos y cada uno”. Su vida se muestra como ejemplo, su familia, sus orígenes. Es un referente.

¿Dónde están y cuáles son los otros múltiples referentes? Cómo, en medio de tanta incertidumbre, mostrar por qué nos sentimos orgullosos del país y sus gentes. ¿Dónde están ocultas las raíces de este amado país y cómo hacer para que se desarrolle el árbol que nos cobije y dé sombra a todos?

Porque nos negamos a ser identificados con bandas de narcos, inseguridad, asesinatos y robos. Este país es un mosaico de culturas, razas, propuestas y tenacidad, de emprendimientos y alegría, de relaciones, música y baile. De solidaridad y renacer después de terremotos, inundaciones y malos gobiernos.

En varios lugares comienzan a buscar aquellos que son el alma de la nación, de la ciudad, aquellos que nos recuerdan ser lo que somos, aquellos sin los cuales la vida sería distinta.

En términos de Bertolt Brechet: “Hay personas que luchan un día y son buenas. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.

¿Quiénes son, cómo se llaman, dónde viven? ¿Cuáles son sus sueños sus frustraciones, sus luchas? ¿Cómo se mantienen honrados, éticos en un mundo donde el poder, el dinero parecen tener la última palabra? ¿Qué tienen que decir, mostrar, a los más jóvenes, qué podemos aprender de ellos?

¿Quiénes son la cara humana de la ética? ¿Quiénes son nuestro motivo de orgullo y de resiliencia?

No hace falta un comité de notables para descubrirlos, solo una red de interesados en descubrir las maravillas de humanidad que nos rodea y comenzar a comunicarlo. Ya hay grupos que se están organizando, desde el humus que fertiliza la tierra y la comunidad, desde aquellos que sostienen el entramado social, sin aspavientos. Desde los que señalan un camino. (O)