El presidente Guillermo Lasso llegó al Palacio de Carondelet luego de superar tres extenuantes campañas electorales en los años 2013, 2017 y 2021, lo cual seguramente le significó no solo un enorme trajín propio de los recorridos en una ardiente y tropical arena política ecuatoriana, sino también acumular conocimiento en relación a una compleja realidad nacional y quizá por eso fue que, en su momento, ofreció preparar, en palabras del ahora primer mandatario, ‘… un proyecto para que en los primeros 100 minutos de gobierno podamos arreglar el desastre que hoy atravesamos. ¡El Ecuador YA NO aguanta más!’.

No obstante, y cuando estamos próximos a marcar el primer año de gestión del ‘gobierno del encuentro’, persiste la presencia de una atmósfera económica, social y política cada vez más enrarecida y que amenaza, de no encontrar adecuadas válvulas liberadoras de energía, la acumulación de una gran presión social que, como se entenderá, podría tener impredecibles consecuencias frente a demandas ciudadanas insatisfechas cada vez más amplias y variadas. Así, queda en evidencia, además, la validez del conocido aforismo que dice: ‘Una cosa es con guitarra, y otra con violín’ y mucho más a la hora de administrar un país con una democracia tan débil y vulnerable como la nuestra.

Lo cierto es que la calificación favorable del presidente Lasso, en menos de un año, se ha deshecho como bizcochuelo lojano. Del 74 % de valoración positiva inicial ha pasado al 30,82 %, es decir, una caída de 43,18 puntos. A eso se suma la paupérrima gestión de la Asamblea Nacional con apenas el 11,18 % de reconocimiento.

Y es que si bien el oficialismo trabajó en un exitoso plan de vacunación contra la COVID-19, que es una condición sine qua non para iniciar una reactivación productiva; sin embargo, eso no basta a la hora de sumar adhesiones ya que el modesto crecimiento del PIB no ha podido modificar a una débil estructura del mercado laboral que apenas etiqueta a tres de cada diez en la zona urbana y a dos de cada diez en el área rural de la población económicamente activa, como empleo adecuado.

Por lo mismo, difícilmente se podrá dinamizar una deprimida demanda agregada cuando se actúa en contrasentido a lo que dictan la teoría y la lógica. Hay que promover el consumo y para ello es necesario aliviar la carga impositiva en las familias. También resulta indispensable apuntalar la inversión con tasas de interés a nivel razonable. El precio del dinero en segmentos productivo pymes, consumo y microcrédito (pese a la reducción de este último sector) sigue siendo significativamente alto. De otro lado, el gasto público a pesar de que es un importante dinamizador de la economía, en el presupuesto general del Estado apenas se considera un 5,5 % de su monto total para el plan anual de inversiones. Últimamente, debemos ‘aplaudir’ no al MEF sino el FMI el haber dado el ‘... visto bueno para que suba el gasto en obra pública’.

Así las cosas, los ecuatorianos no necesitamos viajar a Jerusalén para visitar un monumento. Tenemos aquí nuestro propio muro de lamentaciones... (O)